13 de julio de 2021, Jiloca
El oro rojo se esconde en el Jiloca
Para Biela y Tierra es importante llegar al máximo número de personas posible y, por eso, establecemos alianzas con medios de comunicación como Radio Valdivielso y Arainfo y, además, estamos dispuestas a atender a los medios interesados en nuestra propuesta. Esto es lo que ocurrió el 12 de julio, un día muy diferente dentro de la ruta Biela y Tierra. Estábamos en Burbáguena y, en lugar de montarnos en nuestras queridas bicicletas, una furgoneta de RTVE nos recogió para llevarnos a Blancas. Desde España Directo nos contactaron para hacer una pieza sobre nuestra ruta incluyendo una de las iniciativas y Azafrán la Carrasca, que se mete en todos los fregaos, no dudó en acompañarnos y acogernos por unos días en la casa del Azafrán en Blancas con una enorme hospitalidad. Estamos infinitamente agradecidas por la generosidad recibida en Blancas.
Azafrán La Carrasca nace de la familia Esteban-Sánchez. José Antonio, nació en Blancas, hijo de Juan José y de María, su padre pastor y su madre, como todas las mujeres era quien organizaba todas las labores del azafrán. Con 9 años, gracias a una beca, se fue a estudiar interno a Teruel por la insistencia de su madre “hijo, para que tengas un futuro mejor”. La vida le llevó por distintas comunidades pero nunca perdió la vinculación con el pueblo, incluso fue alcalde de Blancas con tan solo 22 años. Estando en Novelda, Alicante, fue consciente de la cantidad de trabajo que genera el azafrán en esa zona, sin ser productores y comercializando mayoritariamente azafrán de otros países. “Me di cuenta de lo desagradecidos que habíamos sido en nuestras comarcas con el azafrán cuando habíamos sido uno de los principales productores del mundo” nos contaba José Antonio. Al volver a vivir a Teruel, en 2005, fue a buscar cebollas (los bulbos de azafrán) a Villalba donde, por suerte, aún conservaban algunos en una huerta. Plantó 500 m2. En aquel momento reflexionaba “si fuéramos capaces de recuperar el cultivo y hacer algo parecido a lo que hacen allí, se podría fijar población en los pueblos, generar trabajo y ofrecer que nuestra gente joven se quede aquí”. Y así ha sido con su hijo Carlos.
Carlos no conocía nada del mundo del azafrán y cuando vio las posibilidades que ofrecía decidió estudiar un grado superior de comercio internacional e incorporarse al proyecto. Esos 500 m2 pasaron a 1000 m2 hasta las 4 hectáreas que cultivan actualmente, todo en ecológico. El primer azafrán ecológico de Aragón, de España y probablemente del mundo. Tienen dos líneas: certificado en ecológico de su propia producción y el azafrán tradicional que compran a pequeños productores de la zona para comercializarlo todo junto. Azafrán la Carrasca es sin duda un modelo de negocio de éxito. Apostar por la producción certificada en ecológico les permite tener un sello de calidad reconocido tanto en España como en el extranjero y les ha abierto muchas puertas en Europa. La mayor parte de sus ventas se centran en la exportación ya que fuera de nuestras fronteras se valora mucho más su producto. “No es fácil empezar a vender fuera. Pones una semilla y quizá tarda un año o más en dar fruto” nos dijo Carlos. Eso sí, remarcaban la importancia de tener preparada la documentación y saber qué pasos seguir.
Otro de sus puntos fuertes es la diversificación. El azafrán es un increíble potenciador del sabor, por ello, han decidido combinarlo con: chocolate, aceite, licor, agua de mar, longaniza, queso, etc. Obteniendo productos únicos y muy apreciados. Una parte de las ideas de todos estos productos viene de los contactos y sinergias que se generan en las ferias. “Nunca hay una feria mala, siempre sucede algo”. Nos han llamado la atención las cápsulas de La Carrasca Anímate que utilizan Crocus sativus (azafrán) como antidepresivo natural. De hecho, el azafrán tiene muchas propiedades medicinales y el 80% de su comercialización mundial es para uso farmacéutico: antiinflamatorio, calmante, antidepresivo, digestivo, etc. e incluso se están haciendo pruebas por sus propiedades antitumorales.
A lo largo de la historia el azafrán ha sido un elemento muy preciado y se ha llegado a utilizar como moneda. El pueblo egipcio ya lo usaba para la momificación; griegos y romanos a nivel medicinal y las túnicas de monjes budistas originalmente se teñían con azafrán. Es la única especia que viajaba del Mediterráneo a las Indias. En Blancas, el azafrán era una parte de la vida “yo no recuerdo ninguna sopa que hiciera mi madre que no pusiera azafrán”. Y es que, todo lo que cocinas con azafrán sabe mucho más rico. ¿Habéis probado alguna vez a preparar unas sencillas patatas con unas briznas de azafrán?
Y no solamente era eso, el azafrán era el ahorro de los pobres porque es un producto de gran valor, que no se come y que se conserva muy bien. La vida de las familias se basaba en la autosuficiencia y el azafrán se guardaba para momentos de necesidad: comprar tierras, maquinaria, en caso de enfermedad… José Antonio decía “el azafrán ayudó a mecanizar el campo y los tractores se lo cargaron. Cuando se compraron los tractores ya no se necesitaba tanta mano de obra y la gente se fue a las ciudades para buscarse la vida”. El cultivo del azafrán se fue perdiendo en favor de las grandes extensiones de cereal.
Casi todo el trabajo del azafrán es manual, las briznas se extraen de la rosa y se deben tostar para poder conservarse bien. “Para Santa Teresa, la rosa en la mesa”, recuerda José Antonio. Carlos ha tenido que aprender todo desde cero: cómo se reproducen las cebollas, cuánta agua necesitan, cómo se esbrizna… “Cuando venían a ayudarnos los mayores recogían y esbriznaban dos veces más rápido”. Su abuelo Juan José, estuvo con ellos al pie del cañón hasta los 82 años y miraba orgulloso la recuperación del azafrán en su pueblo.
Son muchos los saberes que conservan los mayores en nuestros pueblos. Por eso, en Blancas también Ruth y Lorena llevan a cabo Lecciones en conserva, un proyecto audiovisual de dinamización rural, para la conservación y difusión del patrimonio inmaterial de Blancas. Ruth nos explicó: “queremos ser quien enseñe con orgullo lo que saben nuestros mayores. Como un coaching rural: se pagan millonadas a gente para que nos cuente cómo debemos vivir, y tu abuela te lo lleva diciendo toda la vida”. “Empezamos grabando con el móvil porque las personas mayores se van yendo y nosotras queremos guardar toda esa sabiduría” añadió Lorena. “Al principio lo hacíamos para poner en valor lo que sabía la gente, pero la gente se dejaba grabar por hacernos un favor” se reían.
Conforme ha pasado el tiempo y la gente ha ido viendo el resultado, las han empezado a valorar. Lo que empezó como un pasatiempo es ahora, cada vez más, un proyecto sólido. Lorena es diseñadora gráfica y audiovisual y Ruth es ingeniera en diseño industrial. Cada una tiene sus ocupaciones y en sus tiempos libres se lían la manta a la cabeza, “hacemos un dream team”, se complementan. Para consolidar el proyecto participaron en Made in Rural, impulsado por la plataforma Jóvenes Dinamizadores Rurales. A través de esta iniciativa se reúnen jóvenes rurales de distintos puntos de Aragón para compartir y dar forma a sus proyectos con una formación específica. “Fue una experiencia muy enriquecedora. De las formaciones sales con ganas de irte al pueblo a vivir”, decía Lorena. En cada edición de Made in Rural, 3 de los proyectos reciben una recompensa económica. En el 2019, Lecciones en conserva y nuestras amigas de Cave Cane fueron premiadas.
Pero para Lorena y Ruth lo importante no son los premios. De hecho, ellas todavía no se creen el fantástico proyecto que están llevando a cabo que ya ha despertado interés en otros municipios. “Las que ganamos más somos nosotras, ahora sabemos muchas cosas más del pueblo. La gente nos conoce y nos abre las puertas de sus casas. Somos como Paco Martínez Soria pero al revés”. Están pensando publicar en papel toda la información recogida porque en las casas de Blancas no llega internet, “tenemos una web súper chula que sus protagonistas no pueden ver en sus casas”.
Este cuaderno de campo nos recuerda la importancia de mantener saberes y cultivos tradicionales. El trabajo de Lecciones en conserva y de Azafrán La Carrasca tiene dos cosas en común: recuperan algo perdido en el pueblo y, ahora con la COVID dos jóvenes se han instalado allí, Ruth y Carlos. Carlos es un tío optimista que ve recursos y posibilidades y el entorno rural. Ruth cree que está difícil. Sin embargo, para ella, la pandemia y la normalización del teletrabajo ha supuesto una revolución “a mí me encantaba el pueblo pero no veía claro poder desarrollarme profesionalmente aquí. Ahora puedo trabajar como ingeniera compartiendo datos desde mi móvil viviendo en la casa familiar”. Ruth también nos decía que para ella es importante que la gente con algún tipo de vinculación se asiente en el pueblo. Hablando de las dificultades, nos cuenta que llegar a un pueblo, sin ninguna vinculación, no es socialmente fácil por eso ella pensaba que “es importante no solo hacer que la gente venga, sino también que la gente no se vaya”. Nos vamos de Blancas con una sonrisa de esperanza.
En Blancas quedarán gentes jóvenes llenas de proyectos e ilusiones acompañadas y bendecidas por la imponente sabina milenaria emblema del pueblo y la increíble reproducción en metal de Jesús Guayar. De Blancas para el mundo.