Calanda tiene fama mundial: por los tambores, por Buñuel y por su delicioso melocotón. Cuando nos planteamos la ruta de Teruel teníamos claro que no podía faltar la visita a una finca ecológica de melocotón de Calanda. Nuestra sorpresa vino cuando nos dijeron que solo había un productor en ecológico dentro de la denominación de origen: Javier Franco. “El melocotón de Calanda es conocido por su aroma y su sabor y eso se lo aportan tanto el terreno y el clima como el agua y, por supuesto, el lugar donde se produce” nos explicó.
“Yo me pasé a ecológico porque, después de toda la vida en convencional, añoraba cómo se producía antes, las explotaciones familiares y aquel melocotón que se criaba con mimo y exclusividad. Un día decidí intentarlo aun sabiendo que podía fracasar porque sabía lo difícil que es producir fruta en ecológico, y más el melocotón. Pero aun sabiéndolo, hacerlo todavía es más difícil” nos explicaba Javier. Con orgullo y una sonrisa no dejaba de repetir: “se puede hacer melocotón de denominación de origen de Calanda en ecológico”. “La satisfacción de coger fruta sana es muy grande” decía María Francisca, su mujer. La bondad, coherencia y unión de esta familia nos encandiló. “Aquí todos vamos a una. Mi hermana María José y su marido Miguel Ángel también tienen algún campo y lo hacemos juntos”. María Francisca y su hermana son las encargadas de envasar los melocotones, o “hacer fruta” como ellos dicen. “Utilizamos el mismo papel del embolsado para proteger la fruta en la caja de madera. No queremos más plásticos”.
La fruticultura ha sufrido un cambio muy profundo en los últimos 50 años. El ejemplo de Calanda y su vega se repite en muchos lugares por toda España. “Antes, en época de cosecha, las calles de Calanda olían a melocotón” recordaba María Francisca. Había muchas fincas familiares que producían para casa y vendían los excedentes. “Recuerdo cuando íbamos toda la familia al campo y venían los fruteros”. El melocotón de Calanda, de increíble calidad, empezó a ser muy conocido y venían pequeños tenderos desde Barcelona, Castellón, Valencia… a comprar las producciones. “Apenas había destrío. Se lo llevaban todo y luego en la tienda, como conocían a su clientela, podían ir sacando diferentes calibres, calidades en función de la persona” nos contaba María Francisca.
Antes de la mecanización, la vega de Calanda no era así. La mayor parte estaba ocupada por cultivo de forraje para alimentar a las caballerías. Con la llegada de los tractores, se dejaron de utilizar animales y esas tierras pasaron a ser plantaciones de frutales. “Fue como la fiebre del oro” nos dijo Javier. Cambió el mercado y cada vez era más exigente y se necesitaba más tierra para que el negocio fuera rentable. El modelo pasó de ser familiar a empresarial centrado en la productividad. En esta época fue también cuando se crearon las cooperativas. El padre de Javier fue fundador de La Calandina. Javier trabajó de joven allí y a día de hoy sigue siendo socio.
“Gracias a que La Calandina me ha apoyado puedo hacerlo en ecológico. Cuando me decidí, hablé con el gerente, lo comunicaron y me dijo: sí tú te metes en ese lío, Javier, nosotros te lo comercializamos. Entonces fue cuando yo eché adelante para hacer una producción en ecológico”. Hacer fruta es muy difícil y el melocotón más, incluso en convencional. La fruta ecológica es producida sin abonos ni pesticidas de síntesis química (fungicidas, insecticidas o herbicidas). “Los productos que utilizamos vienen de la naturaleza: minerales como el azufre, el cobre, extractos de plantas o productos biológicos” nos contaba Javier. Para la producción de frutales en ecológico es muy importante recuperar la fertilidad del suelo y la microbiología. El tema de las plagas es un punto crítico a tener en cuenta. “Se tiene que abordar, a mi entender, desde una visión integral. Lo primero es intentar tener la planta lo más fuerte posible. Una vez que está sana y fuerte le será mucho más fácil convivir con los hongos y los insectos sin ser plaga” explica Andreu Vila en una entrevista. Incrementar la vegetación y la diversificación del agroecosistema utilizando bandas florales es también una herramienta muy útil. De esta forma, se consigue atraer a los polinizadores y también a enemigos naturales de las plagas. Las bandas florales proporcionan refugio y apoyo para mantenerse y desarrollarse a muchas especies de depredadores, parasitoides y de esta manera conseguir un control biológico de plagas en las fincas.
El agricultor ecológico debe integrar su finca con el entorno que también forma parte e influye en ella, creándose así una serie de relaciones (depredación, parasitismo, protección contra la erosión, fertilidad natural, etc.) que fortalecen al agroecosistema. En esta familia también tienen almendro y olivo, todo en ecológico. Y complementan los ingresos con servicios agrícolas a externos. En la producción en ecológico es muy importante estar atentas a los árboles, cuidarlos, mimarlos. “Los días que estoy menos atento, los árboles lo sienten. La agricultura ecológica es una agricultura preventiva, has de ir por delante. Sin embargo, en convencional ves un problema y actúas en ese momento”, nos contaba. Javier es una persona despierta e inquieta. Aunque pronto dejó el sistema educativo nunca ha dejado de estudiar, formarse e innovar. Fueron de los primeros en empezar con el riego por goteo y también con la malla antigranizo. “Me gusta leer e informarme. Una de las revistas que me ha despertado el interés por la agricultura ecológica ha sido La Fertilidad de la Tierra. Todo lo he aprendido a base de ensayo y error”. Visitamos una de sus fincas y comprobamos como María Francisca y Javier prestaban atención, uno a uno, a todos los árboles. Parte esencial para la atracción de depredadores que controlen las plagas son las flores. Nos encantó ver la finca llena de: cosmos, petunias, capuchinas, caléndulas, borrajas… ¡Todo tipo de flores!
Javier era claro, hacer melocotón ecológico es muy difícil “el pulgón es el mayor enemigo. Me ha quitado muchas veces el sueño. Pero no solo para mí, todos están igual. En ecológico tienes que tratar al pulgón con medidas no agresivas porque se defiende y empieza a multiplicarse, tiene que ser algo poco a poco y estable” nos decía. Antes casi no había plagas porque el ecosistema no estaba dañado, estaba en equilibrio. Con años de producción intensiva, uso de fitosanitarios y la reducción de la diversidad de cultivos, las plagas son cada vez peores. Javier nos decía que la selección de la variedad es fundamental y por ese motivo él ha decidido montar un vivero para hacerse la planta utilizando las variedades locales y de su familia que mejor le han funcionado. Han sido muchos años de trabajo, de abrir camino y, en ocasiones, ha estado a punto de tirar la toalla. La transición de producción convencional a ecológica es un duro trance para los árboles. Javier ha contado con el asesoramiento de Andreu Vila cuando se ha encontrado con problemas graves. “Si de verdad queremos que la agricultura ecológica alimente a la población el apoyo ha de empezar desde arriba. Se podría hacer si todos estuviéramos coordinados: universidades, escuelas agrarias, técnicos y agricultores. Si queremos agricultura ecológica necesitamos gente formada. Se puede hacer, solo hace falta voluntad”.
Los estándares del mercado, especialmente en la fruta, centran la calidad del producto en la imagen. Con la llegada del autoservicio en los supermercados, y la desaparición del tendero, la única referencia que queda a quien consume es el aspecto de la fruta, y claro, siempre se busca grande y lustrosa. “Los melocotones no salen de un molde, cada árbol es diferente y cada melocotón también. Hay que concienciar, porque esté feo no pasa nada” Hablando con Javier le preguntamos sobre cómo ve la situación de la producción ecológica. Para él cada día la gente está más sensibilizada pero falta más conciencia. “Es necesario un cambio de mentalidad, tanto entre productores como entre consumidores” en relación a los beneficios de la producción ecológica. “Porque no es verdad que los productos ecológicos son caros. Depende de dónde quieres destinar tú el dinero. A lo mejor el dinero no lo destinamos a una alimentación sana si no a otras cosas que nos satisfacen más. Hemos de saber colocar nuestras prioridades”. Acertadas palabras que nos hacen reflexionar sobre la confusión que existe entre valor y precio. Después de escuchar a Javier y ver todo el trabajo y esfuerzo que hay detrás de un kilo de sus melocotones, ¿cómo podemos decir que son caros?
El tiempo que compartimos con esta familia fue una delicia, como sus melocotones. Nos abrieron las puertas de su casa con sencillez y generosidad, compartiendo reflexiones y divertidas historias familiares. Javier lo tiene claro, “se puede vivir en el mundo rural y hacer cosas diferentes. Si yo he llegado a hacerlo más gente puede”. Nos despedimos con unas palabras inspiradoras: “el motor de tu día a día son los principios que tienes. Hay que luchar por esos principios, y si tú crees en ellos ve a por ellos”.