24 de julio de 2021, Albarracín
Más allá de las murallas está la vega
Albarracín es una ciudad medieval que se asienta en el istmo y la península que forma el río Guadalaviar y su encanto está sobre todo en el trazado de sus calles adaptadas a la difícil topografía del terreno. Esta es la imagen que se promociona turísticamente y que la mayoría de las personas tienen en la cabeza de la ciudad de Albarracín. Nosotras nos sentimos unas visitantes privilegiadas. “Mucha gente viene a Albarracín pero poca gente conoce la vega” nos dijo Valeriano, el protagonista de este cuaderno de campo.
Valeriano nació y se crió hasta los 18 años en el mas Monteagudo, donde se encuentra la masía familiar y las 300 hectáreas que la acompañan, 70 son de labor de secano y el resto de bosque y pasto. El mas Monteagudo está a 10 km de la ciudad de Albarracín. “Se tardaba más de 2 horas en burro. En casa no tuvimos coche hasta que yo cumplí 18 años y me saqué el carnet” nos contaba. “Allí la vida era de autoconsumo, tenías que tener de todo y hacerte de todo: conejos, cerdos, huerta, cereal y ovejas para la venta de donde se sacaba el dinero. La mentalidad de vivir en una masía es totalmente distinta a la de vivir en el pueblo”. Al jubilarse sus padres se trasladaron a Albarracín, a mediados de los 80. “Vendimos el ganado, yo me encargaba de las tierras y seguimos manteniendo la masía”. Pocos años antes habían conseguido comprar el mas al señorito, ya eran propietarios.
Valeriano siempre ha sido un hombre muy inquieto, decenas de ideas le sobrevuelan la cabeza. Cuando su suegro arregló un inmueble en Albarracín decidieron abrir un hostal porque el turismo empezaba a estar en auge: Hostal Palacios con 14 habitaciones, uno de los primeros hoteles nuevos de Albarracín. Maite, mujer de Valeriano, es quien lo gestiona. Está en un lugar privilegiado por sus vistas y su tranquilidad. Ya tenían el hostal listo y funcionando así que, ¡a otra cosa! La Masía Monteagudo se utilizaba para guardar los aperos del campo y pensaron que estaba desaprovechada. En el año 2000 decidieron abrir allí el espacio de actividades rurales Masía Monteagudo y aprovechar el horno tradicional de piedra que tenían en la masía para ofrecer comidas. Montaron actividades para dar a conocer la antigua vida rural en las masías, había un pequeño museo etnográfico y muchos animales. “Organizábamos visitas para acercar a familias y colegios este vivir, incluso hacíamos un día de trilla demostrativa”. En el 2008, con la crisis, el modelo de turismo cambió. “Antes era más turismo residencial y les daba tiempo a hacer actividades. Ahora los turistas se quedan menos días, ven las 4 cosas y se van”. Así que la finca Masía Monteagudo cerró sus actividades divulgativas pero siguió y sigue con vida.
Valeriano nos contó que cuando abrió la masía al público se había echado un rebaño de 100 ovejas; cuando cerró, lejos de quitarse ese pequeño rebaño, hizo lo contrario, lo duplicó. “Yo voy al revés, no me gusta hacer lo que hacen los demás”. Actualmente tiene un rebaño de 600 ovejas merinas. “Son las ovejas que siempre han estado en la zona. Son más querenciosas, mejores madres, y no aceptan que las separes de sus crías”. Para alimentar a sus animales cultiva las 70 hectáreas de labor de la masía, pastan por el resto y tiene arrendadas tierras de la vega para cultivar en regadío forraje para sus animales. Entre sus búsquedas e inquietudes, Valeriano descubrió el pastoreo rotacional voisin: se divide la zona de pasto en pequeñas parcelas y cada día se mueve el vallado para dar la ración correspondiente al rebaño. Los animales entran para comer a diente y fertilizan a la vez. Es la mejor forma de cuidar el suelo y regenerar los pastos. “Es el manejo más rentable que hay: evita mano de obra. Si a estas ovejas las tengo estabuladas tengo que venir a los pastos a segar el forraje, recogerlo y subírselo, y luego tendría que estar cogiendo todo el estiércol, sacándolo y esparciéndolo en los campos. Tendiendo las ovejas aquí ellas lo siegan y lo fertilizan” reflexionaba Valeriano. Estuvimos ayudando a mover el pastor eléctrico para abrir una nueva parcela al rebaño. No os podéis imaginar la sensación de felicidad que nos transmitieron las ovejas al comenzar la degustación del pasto nuevo. Esta operación la hace Valeriano cada día.
Todas sus tierras están certificadas en ecológico desde hace 35 años y el ganado, desde que lo recuperó. A la pregunta de por qué en ecológico “porque es lo que he hecho toda la vida y porque, además, salieron las ayudas”, respondió. “Yo lo que hago es lo que ahora se llama km 0, el ciclo completo, lo único que compro es el gasoil: abonamos con el estiércol del ganado que se come lo que crían las tierras, y lo que cría el ganado lo abastecemos en el restaurante”. Valeriano siempre ha visto potencial en la carne que produce. Primero proveía al restaurante del hostal Palacios y, hace 5 años, su hija Natalia abrió la primera y única pizzería de Albarracín donde puedes encontrar, entre otras cosas, asado, hamburguesa o incluso pizza de cordero. Tuvimos la suerte de hacer una degustación de varios de los deliciosos platos de Pizzería Monty. Su hija Natalia decidió estudiar hostelería y restauración y se formó en pizzas con un restaurante de confianza en Calpe. “En verano siempre íbamos de vacaciones a la playa y como en Albarracín no había pizzería nos encantaba comer pizza allí. Cuando me planteé abrir un negocio pensé que una pizzería era bueno para los turistas y para la gente de aquí”. Y, sinceramente, fue todo un acierto. Natalia une la cocina tradicional con otras influencias. Desde sopa de cocido y carne asada a fuego lento de su propia ganadería hasta deliciosas pizzas, todo cocinado con mimo por un grupo de profesionales que siempre te atienden con la mejor de las sonrisas, incluso detrás de la mascarilla. Hace poco la pareja de Natalia ha comenzado con ganadería vacuna. Esta familia es muy inquieta, germen de Valeriano.
Y es que la masovería implica saber un poco de todo y esto despertó en Valeriano su espíritu emprendedor. Conocer la vida en el mas también despertó en nosotras curiosidad. Este motivo nos llevó a contactar con Enrique Ruiz, Profesor de la Universidad de Zaragoza, ya jubilado, que realizó su tesis doctoral Análisis geográfico del “mas” turolense pervivencia y viabilidad de una explotación agraria tradicional en los años 90.
Nos introdujo en el origen del mas en Teruel, ligado al proceso de repoblación durante la Edad Media y más concretamente con el modelo señorial, ya sea laico o eclesiástico, uno de los motivos por el que la mayor densidad de mases se localiza en la mitad oriental de la provincia. Las primeras citas sobre mases datan del S. XIII y algunos de ellos se conservan en la actualidad, incluso con el mismo nombre.
La masía se identifica con la casa en la que habita la familia que explota los terrenos asociados que suelen formar un “coto redondo” en torno a la misma. Todo el conjunto, casa y terrazgo es lo que se denomina mas. Se caracterizaba por ser una explotación diversificada, orientada al autoconsumo y muy arraigada en el medio en el que está instalada. Era muy común que el mas no estuviera explotado directamente por su propietario sino en régimen de medianería por un masovero que estaba obligado a entregar al dueño de finca la mitad de lo producido como pago por su explotación.
Nos indicó que el mas turolense es una explotación agraria tradicional que se ha mantenido viva durante siglos, hasta que a mediados del siglo pasado inició su decadencia. Las dificultades de accesibilidad ligadas a su dispersión han sido factores determinantes en su evolución reciente. Este ha sido nuestro primer contacto con la historia de la masovería. Nos vamos con muchas ganas de seguir descubriendo Teruel y sus mases, como parte fundamental de la cultura y del paisaje rural turolense.