7 de julio de 2019, Orallo
Bosques para la esperanza
A nuestra llegada a El Bierzo, la bajada desde Peña de la Escurpia a 1520 m nos impresionó. Dormimos en Molinaseca y bien temprano empezamos a pedalear. El día comenzó con varios “repechones” que nos hicieron sudar a borbotones y darnos cuenta de que verdaderamente nos estábamos acercando a las temidas zonas montañosas. Remontando el río Sil llegamos a Palacios del Sil donde nos sorprendió una hermosa zona de baño que gozamos con un merecido descanso. Rumbo a Orallo empezamos a intuir lo que parecían valles glaciares, valles meridionales de la montaña cantábrica. Mares de robles, abedules, castaños, serbales, majuelos, acebos, fresnos, tilos, olmos, tejos, hayas y cerezos entre otros pueblan estas montañas.
Angel Nava, Gelo, nos recibió en Orallo, una de las poblaciones de la comarca de Laciana. Una zona que a lo largo del s. XX ha sido eminentemente minera. Empezamos el día visitando el Centro de Interpretación del Urogallo en Caboalles de Arriba. Acompañadas Nélida Gutiérrez conocimos la riqueza natural y etnográfica de la zona. En estos bosques mixtos, Reserva de la Biosfera, se encuentran los últimos ejemplares del Urogallo Cantábrico. Esta ave, originaria del norte de Europa, llegó a la península ibérica y se asentó en estos valles donde encontró un ecosistema adecuado. A día de hoy se encuentra a las puertas de la extinción. Aquí también viven poblaciones de osos, lobos y demás fauna salvaje. Neli nos explicó cómo se habían formado estos valles de lenguas de glaciares y cómo Villablino era un antiguo circo glaciar. Descubrimos también con las explicaciones de Neli la cultura y tradiciones de la zona: el idioma Patsuezu que se encuentra en el libro rojo de las lenguas amenazadas, la ganadería con la vaca Mantequera Leonesa y las brañas, la fiesta salga y sus sones con el pandeirus cuadraus, panderetas y castañuelas entre otros.
Neli también nos habló sobre El Día del Valle de La Libertad, fiesta popular que tuvo lugar el día anterior a nuestra llegada. En 1270 los moradores de Laciana consiguieron de manos del rey Alfonso X la denominada Carta Puebla de Laciana que otorgaba a vecinas y vecinos inmunidad y libertad ante los condes de Luna y de Toreno cuyas intenciones eran conquistar el Valle por sus fértiles tierras. Por este motivo se le llama el Valle de la Libertad. Esta fiesta, organizada por la Asociación INCULCA y el grupo cultural, se celebra en Caboalles de Abajo. Allí nos recibieron para mostrarnos el trabajo que realizar por la recuperación y apropiación de su patrimonio histórico cultural. Quedamos maravilladas con el Molino de Carballo y el trabajo de restauración realizado por el que recibieron el Premio por la Restauración de León en 2015. En el pueblo llegaron a existir hasta 12 molinos de diferentes familias que molían toda la harina necesaria tanto para humanos como para animales valiéndose simplemente de la energía que les regalaba el Río de la Cabaña.
Antes de la llegada de la minería de forma industrial las economías familiares se abastecían de agricultura y ganadería de subsistencia. Las laderas bajas de las montañas se destinaban al cultivo de cereales, especialmente el centeno, cada familia cultivaba su huerta de autoconsumo y criaba algunas vacas para la leche. El manejo tradicional se dividía en dos épocas: en verano subían a los pastos más altos, frescos y sabrosos y la persona que cuidaba en ganado residía en La Braña. En invierno, se aprovechaban los pastos más cercanos a los pueblos y la yerba que se había segado en verano y otoño.
La Mantequera Leonesa era una vaca muy rústica que se utilizaba tanto para las labores de tiro y arado como para leche. Su leche era de una gran calidad, debido a los pastos de los que se alimentaba y con gran contenido graso que podía llegar a alcanzar hasta un 11%. La Fundación Sierra Pambley, creada en 1887 y ligada a la institución libre de enseñanza, montó una escuela de ganadería y comercio a principios del S. XX en la zona de Villablino con el objetivo de llevar la formación y la cultura a las zonas rurales más desfavorecidas. Viendo el potencial de la leche y la mantequilla de la zona, desde Sierra Pambley se investigó y se enviaron a profesores para que se formasen en Italia y Francia. Sus objetivos eran producir mantequilla de forma industrial y fomentar el cooperativismo. Así, en 1920, se abrió en Sosas de Laciana la Lechería La Popular.
La Fundación Sierra Pambley puso la maquinaria y el terreno y la construcción fue un trabajo comunitario, “facendera”. Una pequeña fábrica de transformación equipada con la maquinaria más novedosa e innovadora de la época permitía a las familias del valle vender sus excedentes de leche para producir mantequilla de alta calidad. Afortunadamente este espacio está abierto para visitas. Gracias al esfuerzo y dedicación de las vecinas y vecinos de Sosas se ha recuperado esta lechería hidráulica. No dejéis de visitar este interesante y hermoso lugar único en Europa. Sorprende pensar que a principios del s. XX en este pueblo ya se había desarrollado una pequeña industria de transformación que permitía que el valor añadido de sus productos se quedara en el territorio. El pasado nos vuelve a mostrar un camino de futuro. Nos gustaría imaginar que en lugar de las trabas administrativas que se encuentran actualmente para implementar estos proyectos pudiésemos tomar ejemplo de quienes apostaron por un verdadero desarrollo rural.
De la mano de Gustavo, propietario de la Ganadería La Zamora en Sosas de Laciana y miembro muy activo de la comunidad, subimos a los pastos más altos, por encima de los 1600m de altitud, para conocer a su rebaño de vacas Limusinas. Su padre, hace 36 años, trajo esta raza de Extremadura. Gustavo, enamorado y comprometido con su tierra y sus gentes, cree que es esencial el mantenimiento de la ganadería para conservar el paisaje y permitir que la población siga habitando estos territorios. Él reflexionaba “la sabiduría está en os pueblos, es donde han estado y estarán siempre los oficios”. Sus vacas siguen el sistema de manejo tradicional en la zona de las brañas en verano y en el valle bajo en invierno alimentándose de los ricos pastos que rodean El Cornón, Peña negra, Peña Furada, El Cornín y Sierra Delgada entre otros. Sin esta ganadería extensiva no existirían los pastos ni la vigilancia activa de los montes por parte de los ganaderos corriendo mucho más riesgo de ser devastados por los incendios.
La minería de interior comenzó con pequeñas explotaciones en los años 20 y era un complemento a las economías familiares de subsistencia. En los años 50-60 comenzó la explosión minera. Muchas personas vinieron de fuera y Laciana quintuplicó su población de 1910 a 1991 (gallegos, portugueses, caboverdianos…) A partir de 1992 empezaron a cerrar minas de interior y a promover las explotaciones a cielo abierto, como la del Feixolin, con un enorme impacto ambiental y paisajístico. Años de lucha minera, se vislumbraba el final de la minería en la zona. Era necesario empezar con el proceso de reconversión para ofrecer alternativas a la población de la zona una vez las minas se hubieran cerrado definitivamente. En 2017 se cerró la última mina.
Ángel Nava, ex minero de espíritu emprendedor y comprometido con su territorio, fue presidente de la Junta vecinal e Orallo. Como equipo de gobierno tenían claro que era fundamental dinamizar el pueblo, y así nació el Bosquiterio, bosques para la esperanza. Empezó con actividades medioambientales que involucraban a colegios, institutos, y gente del pueblo, y visitantes que participaban en campos de trabajo en la recuperación de la escombrera de una mina con plantaciones de árboles autóctonos. En un día se podían plantar entre 1000 y 1200 árboles: capudres, cerezos, mostachal, caruezos…
El Valle de Orallo era enclave de paso de los rebaños de oveja merina trashumantes. En su época llegaron a dormir hasta 4000 ovejas. En 2012 para recordar y reconocer el trabajo de la trashumancia se empezó a celebrar el Día de la Trashumancia, un día de festejo en el que vecinas y vecinos de la zona se reúnen en Orallo, se organizan distintas actividades y un mercado. Para que todo esto siguiera adelante se vio indispensable constituir una asociación cultural que implicase a la gente de pueblo y no dependiera exclusivamente de la acción de la Junta vecinal.
La genciana es una planta medicinal con numerosas propiedades, de la que se utiliza la raíz. Tradicionalmente la gente del valle la recolectaba y vendía en momentos difíciles como apoyo a la economía familiar. Actualmente su recolección está regulada ya que las poblaciones disminuyeron mucho. En países como Francia y Austria, cerca de los Alpes, desde hace 20 años, existen cultivos de genciana que se transforma en el propio territorio para la elaboración de distintos productos derivados. Esta posibilidad resonaba en la cabeza de Ángel Navas, “aquí también podríamos hacer esto”. Y así es, en colaboración con la Universidad de León se están realizando ensayo de su cultivo en la zona.
El territorio de Laciana es increíblemente rico en recursos naturales y con una tradición cultural inmensa. Recorrer con la vista las enormes montañas repletas de bosques hasta su cima, los ricos y sabrosos pastos fuente inagotable de alimento para el ganado, las limpias aguas de su ríos y arroyos, te deja obnubilada. Son valles alejados que sufren duros inviernos con nevadas que los mantienen aislados y sus moradores se proveían ellos mismos de la mayor parte de sus necesidades. Cuántos saberes de aquellas gentes que practicaban la sostenibilidad cuando ni tan siquiera existía ese concepto. Recuperar, conocer y aprovechar este patrimonio es esencial. El paso de la minería ha marcado su historia reciente y sus costumbres. Ahora es el momento de apostar por sus recursos naturales y por su gente. Porque Laciana es tierra del que reconoce en ella su porvenir.