10 de agosto de 2021, Cedrillas
Cuidando las raíces
Ya llevamos más de un mes pedaleando Teruel con paisajes muy diversos y mucho orgullo rural, amor por sus raíces y su tierra. Amor y orgullo que hacen que muchas personas no quieran abandonar sus pueblos. Amor y orgullo que hacen que muchos decidan volver y apostar por su futuro en tierras turolenses. Porque una de las claves de la repoblación y del desarrollo rural es querer vivir aquí.
Artemio Conejos cuando era joven veía cómo todo el mundo se iba de Cedrillas, su pueblo. “Él venía de una familia humilde e iba viviendo de lo que podía para quedarse en el pueblo. Le podían las razones emotivas para no irse: disfrutar de la casa, de la tierra, de su familia. Y no era el único, mi madre, Victoriana, aunque tenía familia fuera, no se quería marchar” nos contaba Laura, hija de esta pareja. Artemio empezó comprando perniles en masías y pueblos de alrededor. Los llevaba a casa en su bicicleta y los ponía a secar en la falsa como se había hecho toda la vida, secado al natural. Cedrillas, a 1364 m de altura, tiene un clima seco, temperaturas extremas y está cerca de frondosos pinares. Estas condiciones consiguen un microclima perfecto para el proceso de secar con ventana abierta el jamón y otros productos cárnicos. Artemio fue aumentando su secadero poco a poco y pasó de ocupar un lugar en la falsa de la casa a utilizar también otra casa que le dejaron sus padres para la curación y con el tiempo construyó un secadero. Aprovechando todas las bondades del territorio, Casa Conejos fue fundada como empresa de secado al natural en 1954. “El secado al natural te facilita un producto que se ha elaborado de forma lenta, con respeto por el alimento, por el maestro artesano y por la salud del consumidor” explicaba Laura. Además, es necesario que este conocimiento no se pierda porque “es parte de nuestra cultura y hay que trasladarlo a los jóvenes para que lo valoren. Si valoras lo que eres tienes un autoestima más alta, estás orgulloso de tus raíces y querrás que esas raíces continúen”. En este sentido es de gran ayuda la declaración del secado natural como Bien de Interés Cultural por parte del Gobierno de Aragón.
Casa Conejos fue el primer secadero de Cedrillas y también fue la primera empresa elaboradora de ibéricos en Aragón. Siguiendo con su espíritu pionero y con su filosofía de vida, acorde siempre con la sostenibilidad de la zona, a principios de los años 2000 incluyeron una línea en ecológico. Laura nos contaba “mi experiencia de la infancia con los animales no tiene nada que ver con lo que se hace hoy. Los animales eran parte de la familia, tenían su carácter, su nombre”. Recordaba también las razas autóctonas que utilizaban en aquellos años, hoy en día extinguidas: segorbina y morellana. “Para nosotros es muy importante la calidad, no queremos perder los saberes ni sabores tradicionales. Por esto y por nuestros hijos quisimos apostar por una línea en ecológico”.
La industria española del porcino supone el 39% del total de la producción ganadera, España es el tercer mayor exportador mundial de porcino. Según el informe ¿un país para cerdos?, el tamaño de las granjas se ha incrementado de forma drástica, con el deterioro de las condiciones laborales y un creciente y fuerte impacto sobre el medio ambiente y el bienestar animal. Tradicionalmente la producción porcina en España se centraba en las explotaciones extensivas de cerdos ibéricos del Suroeste peninsular, ligadas a las dehesas, y aquí en Teruel las pequeñas producciones familiares. El desarrollo de la ganadería industrial comenzó en los años sesenta del siglo pasado a través de la integración vertical, fomentada por la industria de los piensos, que fue el actor clave. Los animales criados en ganadería convencional no tienen acceso al exterior y no verán nunca la luz natural. El hacinamiento de los animales en las granjas convencionales conlleva un uso desmedido de antibióticos que se suministran no para curar a los individuos enfermos sino para prevenir la aparición de patologías. El impacto medioambiental, social y económico de la ganadería industrial es enorme. Recordamos la visita de Biela y Tierra a Loporzano en septiembre del 2019 donde aprendimos que no todas las ganaderías son iguales y que sin duda ganadería intensiva y ganadería extensiva no tienen nada que ver.
Al igual que no es lo mismo la ganadería convencional y la ganadería ecológica. La producción ecológica respeta el bienestar de los animales y su comportamiento. Esto se traduce en que todos los animales deben poder acceder al exterior, tienen más espacio para moverse, acceden a pastos, etc. El recorte de colas y de dientes en los lechones está prohibido. En producción ecológica, como vimos con Huevos La Brizna, no se pueden mantener los animales encerrados. Por supuesto, su alimentación debe proceder de piensos y materias primas ecológicas que cubran las necesidades nutricionales de los animales en las diversas etapas de su desarrollo. La sanidad animal en producción ecológica se basa en métodos preventivos en lugar del uso de antibióticos sistemáticamente, como la selección de razas apropiadas, los piensos de alta calidad y el ejercicio físico, cargas ganaderas reducidas (menos cerdos en cada granja), y unas buenas condiciones higiénicas.
La producción ecológica requiere más tiempo, cuidado y dedicación. Los animales siguen su ritmo natural de crecimiento y engorde. Laura nos decía “las ganaderías de producción ecológica de porcino siguen por convicción y nosotras también. Las cuentas no salen pero es importante que los secaderos sigamos curando jamones ecológicos para que esta producción respetuosa siga”. En Casa Conejos una pequeña parte de los productos son ecológicos y es económicamente viable porque la economía de la empresa se apoya en la producción convencional. ¿Cuántas veces hemos oído decir que la carne ecológica es carísima? Pero quizá la pregunta debería ser, ¿cómo puede ser la carne de ganadería industrial tan barata? ¿Se contemplan también los costes medioambientales y humanos? ¿Quién, o mejor dicho, qué generación, va a pagar el uso desmedido de los recursos y la contaminación asociada a la producción de alimentos industriales? ¿Dónde queda el bienestar animal y la salud de las personas?
Cedrillas es ejemplo de pueblo en el que se ha mantenido gente. “Aquí la población se ha mantenido estable desde que yo era pequeña porque la gente se ha quedado aquí porque quiere vivir aquí. Valoramos vivir en un sitio en el que puedes ocuparte de los tuyos” decía Laura. En Casa Conejos a día de hoy trabajan 30 familias. Este pueblo con más tejido e iniciativa empresarial que otros ha permitido la creación de puestos de trabajo.
Pero, como dice el refrán, no solo de pan vivimos sino que necesitamos también alimento para el alma. Por eso, en Cedrillas a orillas del río Mijares, está el Jardín de la Alegría. Conocimos a Gene, arquitecto y creador de este museo escultórico al aire libre, un joven que decidió volver a su pueblo. “A los 16 años salí del pueblo para estudiar y rechacé mi pueblo. Estudié arquitectura en Valencia y luego viví en muchos lugares: China, San Diego, Madrid, Londres… He hecho todo lo que quería, he conocido todo lo que necesitaba conocer y estaba vacío. Volví al pueblo y surgió la primera escultura junto con María Hernández: Vacío presente para valorar que me estaba perdiendo algo. Me daba igual ir a la otra parte del mundo porque había algo dentro de mí que estaba vacío”. Gene decidió colocar esta primera escultura en un antiguo bancal de cultivo en las afueras del pueblo. Actualmente ya cuenta con 5 esculturas y está planteando la sexta. Ramón Boter, pintor y escultor, es su principal colaborador.
La escultura que da nombre al parque se llama Alegría y se realizó en colaboración con el alumnado y profesorado del colegio de Cedrillas. “Es muy bonito como la gente va utilizando ese espacio, se apropia de él. El arte puede jugar un papel importante en las zonas rurales. En los pueblos tenemos una posibilidad interesante como espacio para acoger artistas”. A través de la ruta #BielayTierraTeruel estamos viendo como el arte cada vez aparece con más fuerza porque nos ayuda a conectarnos con lo más profundo, con lo esencial:
VACÍO PRESENTE
“Si dejas de sostener todas historias y creencias de la idea de tu personaje, encuentras lo que siempre has buscado; la Santidad ya está aquí…
Si sueltas todos planes de lo que crees que necesitas para estar “bien” y descubres que ya tienes aquí los efectos buscados; la absoluta Paz ya está aquí…
Si borras los recuerdos y comprendes que lo que te lastima es el pensar: Lo que me trajo la alegría fue la forma concreta del recuerdo y creo que nunca más se reproducirá”; el contenido de alegría del recuerdo ya está aquí…
Descarta lo falso y comprende que en cada uno debajo de cualquier situación, historia o cuento, la dicha y el goce se encuentren aquí…
En ese instante puedes entrar en el vacío del presente y obtener el presente del vacío. Descubre que nunca va a haber un momento más perfecto que este instante. Todo ya está aquí…
No hay mayor presente que el vacío, ni mayor vacío que en el presente.
Mayo de 2017”
2 Comments
Queridas amigas, en relación a la crónica sobre el secadero de jamones y los embutidos, quiero expresaros mi desasosiego.
Poco o nada puede haber de respeto, de justicia y de derechos animales, en unas actividades económicas dedicadas a convertir a seres animales extraños y maravillosos, como son los cerdos, en carne y proteína para el alimento humano, siendo que hay otras alternativas menos dañinas a la cultura del carnismo, para satisfacer nuestras necesidades de alimentación, baratas y asequibles.
La producción y el consumo de carne, es un mal moral, si consideramos que la ética ha de salir con urgencia de los arrogantes prejuicios antropocentricos y especistas basados en la separación, dominio y superioridad humana sobre el resto de seres y del mundo biofisico.
La ecología y el animalismo se dan la mano al integrar en el círculo de la moralidad a seres no-humanos, cosas, materiales, ecosistemas, Gaia.
En nuestra época actual del extincionismo y del rebasamiento de los límites ecológicos críticos de la Tierra, nuestras formas de organizarnos y nuestra economía nos empujan al colapso terminal por el cataclismo generado por los contaminantes y la toxicidad el planeta. La huella destructiva humana hoy arrasa la salud de los ecosistemas, la biodiversidad simbiótica de la biosfera, los metabolismos del sistema Tierra, y la salud de nuestros cuerpos y nuestras vidas humanas.
Desde el punto de vista y las necesidades de la vida individual del animal sintiente que fue y vivió, antes de convertirse en jamón y en embutido, y desde una mínima ética sensible a la explotación y muerte temprana provocada de seres que quieren vivir y gozar de la vida, como nosotros, poco importa que está forma de maltrato y violencia organizada de otros seres se haga mediante las repugnantes prácticas de la ganadería industrial, o mediante una ganadería algo más bondadosa, como es la ganadería extensiva, o como es la ganadería ecológica.
En todos los casos, se trata de una actividad de crianza y engorde de seres sociales vivos con valor intrínseco, que moralmente demandan nuestro respeto y nuestro trato responsable, justo y digno, para que una vez nacidos puedan sobrevivir y florecer, para que tengan salud y una larga vida con disfrute de la misma, acorde con su capacidades de especie y con su individualidad y circunstancias.
Los cerdos son animales dotados de elaboradas capacidades sensitivas y cognitivas, y tienen una mente y personalidad propia y singular.
En todos estos tipos de economía y actividades ganaderas se da muerte temprana a animales que quieren vivir, muy sensibles e inteligentes. En todos estos casos la vida y biografía de cada animal individual no cuenta nada, se borra su huella y su memoria de nuestras relaciones socio-naturales y nuestra historia, se transforman en simples trozos “carne”. Con ello se establece el referente ausente y fantasmagórico de la carne: el haber sido una parte del cuerpo de un animal nacido, que ha tenido una vida propia. En todos los casos, aquello que fue una vida propia con latidos, necesidades e intereses, se convierte en un producto de consumo, en simples objetos de compra mercantil, en embutidos.
Queridas amigas, en relación a la crónica sobre el secadero de jamones y los embutidos, quiero expresaros mi desasosiego.
Poco o nada puede haber de respeto, de justicia y de derechos animales, en unas actividades económicas dedicadas a convertir a seres animales extraños y maravillosos, como son los cerdos, en carne y proteína para el alimento humano, siendo que hay otras alternativas menos dañinas a la cultura del carnismo, para satisfacer nuestras necesidades de alimentación, baratas y asequibles.
La producción y el consumo de carne, es un mal moral, si consideramos que la ética ha de salir con urgencia de los arrogantes prejuicios antropocentricos y especistas basados en la separación, dominio y superioridad humana sobre el resto de seres y del mundo biofisico.
La ecología y el animalismo se dan la mano al integrar en el círculo de la moralidad a seres no-humanos, cosas, materiales, ecosistemas, Gaia.
En nuestra época actual del extincionismo y del rebasamiento de los límites ecológicos críticos de la Tierra, nuestras formas de organizarnos y nuestra economía nos empujan al colapso terminal a causa del cataclismo generado por los contaminantes y la toxicidad el planeta. La huella destructiva humana hoy arrasa la salud de los ecosistemas, la biodiversidad simbiótica de la biosfera, los metabolismos del sistema Tierra, y la salud de nuestros cuerpos y nuestras vidas humanas.
Desde el punto de vista y las necesidades de la vida individual del animal sintiente que fue y vivió, antes de convertirse en jamón y en embutido, y desde una mínima ética sensible a la explotación y muerte temprana provocada de seres que quieren vivir y gozar de la vida, como nosotros, poco importa que está forma de maltrato y violencia organizada de otros seres se haga mediante las repugnantes prácticas de la ganadería industrial, o mediante una ganadería algo más bondadosa, como es la ganadería extensiva, o como es la ganadería ecológica.
En todos los casos, se trata de una actividad de crianza y engorde de seres sociales vivos con valor intrínseco, que moralmente demandan nuestro respeto y nuestro trato responsable, justo y digno, para que una vez nacidos puedan sobrevivir y florecer, para que tengan salud y una larga vida con disfrute de la misma, acorde con su capacidades de especie y con su individualidad y circunstancias.
Los cerdos son animales dotados de elaboradas capacidades sensitivas y cognitivas, y tienen una mente y personalidad propia y singular.
En todos estos tipos de economía y actividades ganaderas se da muerte temprana a animales que quieren vivir, muy sensibles e inteligentes.
En todos los casos la vida y biografía de cada animal individual no cuenta nada, se borra su huella y su memoria de nuestras relaciones socio-naturales, se transforman en simples trozos “carne”, cuyo referente desaparecido y fantasgórico es el haber sido una parte del cuerpo de un animal nacido, que ha tenido una vida propia. En todos los casos, aquello que fue una vida con latidos singular y única, con necesidades e intereses, se convierte en un producto de consumo, en simples objetos de compra mercantil, en embutidos.