15 de septiembre de 2019, Somontano
Olivos y aceite: salud y cosmética
Dejando los Pirineos atrás llegamos a la comarca del Somontano, a los pies de la Sierra de Guara. Cerquita de Buera, en el Santuario de Santa María de Dulcis, visitamos un lugar mágico: el bosque de olivos centenarios. Allí se encuentran reunidas las variedades de olivos catalogadas en la comarca: albareta, injerto, alquezrana, arbequina, verdeña, blancal, piga, negral de Bierge, panseña, mochuto, sevillano (caspolina), gordal del Somontano, nación, cerruda de Artasona, alía, alcampelina, royeta de Asque y neral. Cada árbol cuenta con un panel informativo en el que se describen las características morfológicas y botánicas de cada variedad: morfología de su hoja, fruto y ramas, los usos que tiene y las zonas del Somontano en donde se puede encontrar. Además, cuentan curiosidades de la historia del aceite, relatos que dignifican y nos recuerdan el valor de este árbol sagrado. El bosque de los olivos centenarios es un lugar de calma y sosiego para aprender y apreciar, para conectarte y dejarte llevar por los saberes del aceite. Es un museo singular, natural, al aire libre y muy recomendable para caminantes y ciclistas sin prisa, un lugar idílico con una panorámica excepcional. Desde este lugar se pueden apreciar, no solo los olivos, sino también las viñas, almendros y cereal que pueblan los campos. Una tierra rica y fértil que da vida y alimento a sus paisanos.
Pobladores del Somontano que toda la vida han hecho del olivo uno de sus cultivos más importantes para proveerse de aceite. El olivo tiene un largo ciclo vital: no es productivo hasta los 7 años y, de ahí, hasta los 35 es la etapa de crecimiento y aumento continuo de la producción. Entre los 35 y los 150 años llega su madurez y máxima producción, aunque sigue dando fruto durante siglos e incluso milenios. Milenios también hace que se cultiva. Los estudios registran que hace 8.000 años se hicieron las primeras plantaciones en Asia Menor y Oriente próximo. Su cultivo se extendió por toda Mesopotamia y la extracción del aceite se obtenía por pisado o presión con mazas. Con el pueblo egipcio y en la antigua Grecia fue cuando llegó a orillas del Mediterráneo. Fue con el imperio romano cuando se desarrollaron nuevas técnicas. Y fue este pueblo quien trajo la olivicultura a la península ibérica. Conocimientos de historia, cultura y tradición nos transmitió María José en nuestra visita al Torno de Buera, antigua almazara del S. XVIII.
Esta antigua almazara pertenecía a la cooperativa de agricultores del pueblo y funcionó hasta 1988. En aquella fecha, decidieron cerrarla porque se instauraron nuevas normativas de sanidad que implicaban una renovación. La inversión asociada a la rehabilitación que se necesitaba no podía ser asumida por los agricultores de la cooperativa así que su uso cesó. Fue el Ayuntamiento de Buera quien, pensando en recuperar este espacio para destinarlo a un museo, propuso a los socios de la cooperativa comprarles su parte y rehabilitarlo. Y así fue y ahí se albergan todos los elementos que desde los orígenes de este molino han servido para extraer el apreciado aceite. Se recuperó, se restauró la maquinaria y ahora están en perfecto funcionamiento. Sorprende ver funcionar la muela y la prensa con capachos tal y como lo hacía hace poco más de 30 años. Buera no solo nos sorprendió por sus hermosos campos, su torno y bosque de olivos, sino también por sus gentes que nos acogieron y atendieron como si fuésemos de la familia.
Y de Buera nos fuimos a Bierge donde nos juntamos con una bonita familia que ya es vieja conocida y amiga: Alba, Ramón y sus hijos Nilo y Abel. La familia de Alba es originaria de allí, aunque ella nació en Zaragoza y estudió agrónomos, especialidad en industrias agroalimentarias. Estuvo trabajando como técnica agrícola asesorando en distintas entidades. Había muchos temas de la agricultura convencional que no le convencían y conociendo la agroecología, se dio cuenta de que ese era su futuro. En el 2004 estudió el Máster de Agricultura Ecológica en la Universidad de Barcelona y allí conoció a Ramón. Lo vieron claro, su lugar estaba en algún pueblo lejos de las grandes urbes y decidieron volver a las raíces de Alba, en Bierge. “El asfalto no es para mí, necesito levantarme y escuchar a los pajarillos, oler las estaciones… Me di cuenta de que en las ciudades pasa la primavera, el verano, pasa el otoño y no percibes el cambio de los colores de las hojas, de los olores… Vas a pasear y ahora hay higos, ahora moras. A mí me gusta el campo, el pueblo” nos contaba Alba.
Ramón siguió con las formaciones en agroecología y variedades autóctonas a través de los talleres de empleo de agricultura ecológica y proyectos en colaboración con la Asociación Un Atrás de Ainsa y Alba llegó a Bierge con la idea de montar una quesería con un pequeño rebaño de cabras y elaborar queso artesanal ecológico. Pero, como hemos visto en muchas ocasiones, la dificultad de acceso a tierra se impuso. Ante la falta de infraestructuras, tierras, y apoyo, Alba decidió desechar esa idea. La situación para la gente joven que quiere asentarse en un pueblo está difícil “hoy en día, en los pueblos hay falta de viviendas y no tienes acceso a la tierra. La tierra pertenece a dos o tres casas grandes y poco más” nos decía Alba. Estuvo trabajando en una quesería, en bodegas, en viveros, en el CAAE y como retén junto a las trabajadoras y bomberas forestales. Pero ella no quería trabajar fuera de Bierge y pasar todo el día en el coche. Mientras tanto, como buena campesina, es una mujer con muchos recursos y conocimientos así que empezó con otra actividad que le apasiona: la apicultura. Como ya nos dijo Ángela de Apícola Cinco Villas, “las abejas son fascinantes, para mí es un animal que es imprescindible en esta vida. Y quien ha metido la nariz en una colmena, te pica el gusanillo y no puedes salir ya de eso” contaba Alba.
Cuando tuvo su primer embarazo, Alba pasaba muchas horas en casa y empezó a hacer jabones para regalar. Siempre se había hecho su pasta de dientes, bálsamo labial y productos de limpieza para casa, pero nunca había probado con la cosmética. “Al tener el aceite de casa, de nuestros olivos centenarios (unos 450 años de edad) cultivados biológicamente y molturados en el molino de Bierge, la base es muy buena. Quien ha hecho jabón lo entiende: empiezas a hacerlo y ya no se puede parar. Desarrollas un poco la parte artística y te engancha por la magia de la química, de la saponificación”. Empezó a regalar jabones a amistades y familiares y, al ver los resultados, la gente ya no quería otra cosa e incluso le empezaron a pedir que hiciese cremas y otros productos. Y así, Alba se fue metiendo cada vez más en la cosmética ecológica y natural.
Llegado a este punto Alba ha apostado por dar el paso a la comercialización. A día de hoy, Alba está en proceso de construir sus propias instalaciones, su propio obrador, pero los baches que está encontrando en el camino son muchos: “A nivel de normativa es duro, primero porque no encuentras apoyo técnico. Y después, lees la normativa y no diferencia entre un proceso artesanal y uno industrial. Tienes que montarte un macro laboratorio con sala limpia, salas grises, salas negras. Unas instalaciones bestiales que desde cero es una inversión tremenda, inviable.” Una forma de empezar poco a poco de la que nos habló Alba y que puede ser una salida viable son los obradores compartidos también para cosmética. Ella ahora ha entrado a formar parte de la Associació d’Artesans Saboners y puede hacer uso de su obrador compartido en Montgai.
Con Alba aprendimos sobre la importancia de lo que usamos para nuestra higiene diaria y la diferencia entre la cosmética natural e industrial. La cosmética natural recupera viejas fórmulas tradicionales a la vez que investiga nuevos ingredientes derivados de productos naturales. Y en el caso de la cosmética que realiza Alba va más allá, no solo ingredientes naturales, sino también ecológicos. “Los aceites esenciales ecológicos son los únicos encargados de aromatizar cada pastilla de jabón, cediéndonos sus valiosas propiedades. Para dar un poco de color y alegría a los jabones, las plantas, arcillas, óxidos minerales y zumos de frutas o verduras, colorean los jabones naturalmente, sorprendiéndonos en cada elaboración. El resto de aceites y componentes de su formulación son igualmente ecológicos y valiosos, ampliamente reconocidos por sus cualidades cosméticas” describe ella misma sus productos.
Alba nunca utiliza materias primas, especialmente compuestos químicos, sobre los que existen dudas sobre su inocuidad para el medio ambiente o la salud de las personas y utiliza procesos de transformación y elaboración respetuosos con el medio ambiente. Alba nos comentaba la importancia de cuidar no solo nuestra alimentación por ingesta, sino por absorción cutánea. Al final, la cosmética es una forma de alimentarnos también y la piel es el órgano más extenso del cuerpo humano. Es necesario mantenerlo libre de tóxicos y asegurar una buena nutrición. Hay una falsa creencia que desconecta nuestro interior de nuestro exterior, que dice que aquello que nos ponemos en la piel queda en el exterior y no afecta a nuestro organismo. Todo lo contrario. Alba nos contaba que después de 15 minutos, lo que nos hemos aplicado en la piel, pasa a formar parte de nuestro torrente sanguíneo.
La cosmética industrial, preocupada sólo por sus beneficios, utiliza ingredientes tóxicos nocivos para la salud que la mayoría de consumidores desconoce: aluminio en los desodorantes, ciertos tensoactivos aniónicos en geles con pruebas que demuestran que son cancerígenos, aceites y grasas derivadas del petróleo, parabenes que son disruptores hormonales y están relacionados con el cáncer de mama, etc. Sin embargo, la mayor parte de los principios activos de la cosmética natural se extraen de las plantas y se añaden en forma de hidrolatos, extractos acuosos o de aceites.
Alba es firme defensora del uso de productos sólidos “utilizar la pastilla de jabón para mí tiene muchas ventajas: no tiene agua por lo tanto no necesita conservante y es sólido por lo que no necesita envase y cuida el medioambiente. Y también apuesto por el minimalismo y que no cada producto valga solo para una cosa, sino que pueda tener muchos usos. Hay que simplificar.” Además, el uso de jabón o champú sólido cunde mucho más y es más fácil de transportar. La elaboración de los jabones de Alba es totalmente artesanal y el método utilizado es la saponificación en frío para que todos los ingredientes conserven sus propiedades y, además, de esta forma, el jabón conserva su glicerina natural.
Alba y Ramón han apostado por formar una familia en un pequeño pueblo aragonés. Por asentarse y crear alternativas laborales ecológicas en el territorio. Nos decía Alba que “es una pena que los pueblos se estén despoblando. Es necesario apoyar iniciativas, apoyar pequeños productores, dar acceso a vivienda y tierras”. Muchas veces desde las instituciones y la propia mentalidad de la gente local ponen los factores económicos como la limitación primordial para que el mundo rural siga vivo, pero con Alba reflexionábamos que “el dinero no es lo que nos pone la barrera, sino la actitud. Es necesario dar la bienvenida a quienes quieren asentarse. O contamos más con los jóvenes y la gente que viene de fuera o si no se cierran escuelas, se acaban los servicios, las infraestructuras y las casas permanecen cerradas, casas que literalmente se caen”.
2 Comments
Adelante, Alba. Tú puedes!!!
Si fuera joven me iría al mismo pueblo que Alba. Es todo un ejemplo a seguir.