18 de septiembre de 2019, Loporzano y Quicena
Ganadería extensiva: un modelo necesario para caminar hacia la agroecología y la soberanía alimentaria
Solo en España, cada año se sacrifican más cerdos que habitantes hay en nuestro país y más aves de corral que habitantes hay en la Unión Europea. Nos hemos convertido en el tercer país productor y exportador de cerdos, tan solo por detrás de EEUU y China. Y, en concreto, la Comunidad Autónoma de Aragón está batiendo records. Aragón aumentó sus ventas de porcino al exterior un 48% entre 2015 y 2016. Datos que dan miedo. Territorios que producen alimentos contaminados y contaminantes para ser consumidos en tierras lejanas.
Pedaleamos hasta Loporzano, cerquita de Huesca ciudad, para conocer el sector de la ganadería y nada más llegar nos recibieron con una cena comunitaria compartida en el local social del pueblo. ¡Menuda alegría y sorpresa! Más de veinte personas reunidas para charlar distendidamente de la vida y experiencias. Gentes como Charo, Mikel, Álvaro, Ana, Paloma, Ignacio, Pepe, Mamen, Roberto, Javier y tantas otras, hicieron de nuestra llegada una noche muy especial. Al día siguiente, por la mañana pronto empezamos a conocer más a fondo la realidad de este territorio en el que, desde hace 4 años, se están movilizando con la Plataforma Loporzano SIN Ganadería Intensiva. Empezaron en las navidades del 2015 ante la amenaza de la instalación de dos proyectos de porcino intensivo en su localidad: Loporzano aglutina 15 núcleos de escasa población en un amplio término municipal parte del cual se halla dentro del Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara. En aquel entonces, el vecindario se unió para plantar cara a un modelo de ganadería industrial que no querían en la puerta de sus hogares ni en ningún otro pueblo. La plataforma fue creciendo y crearon una asociación. Y poco a poco, las personas integrantes de este colectivo se dieron cuenta de la importancia de participar directamente en las instituciones municipales para poder frenar la proliferación de granjas industriales. Así, en estas últimas elecciones municipales de mayo del 2019 se presentó la formación Loporvenir, una agrupación ciudadana que quiere velar por el bien de su territorio. Una de las primeras medidas ha sido la suspensión de la aprobación de nuevas licencias de ganadería industrial. Algo que ya se ha hecho en, al menos, catorce municipios oscenses buscando tomar medidas para atajar la desmesurada proliferación de la ganadería industrial en sus zonas.
La Plataforma Loporzano SIN Ganadería Intensiva en sus casi 4 años de existencia ha sido la promotora de la creación de la coordinadora estatal Stop Ganadería Industrial, junto a movimientos vecinales de Andalucía, Aragón, Castilla La Mancha, Castilla y León, Cataluña, Galicia, Murcia y Valencia. En esta plataforma se juntan gentes de distintos territorios para decir alto y claro “Ni en mi pueblo ni el tuyo”. Una lucha solidaria en la que la fuerza del grupo es la única forma de hacer fuerza. El crecimiento de la ganadería intensiva está siendo preocupante: la producción de porcino es del 174%, es decir que genera un 74% más de lo que podemos llegar a consumir. Cada vez tenemos más macroexplotaciones ganaderas y exportamos el excedente al lejano oriente, casi medio millón de toneladas de carne a China en 2018. Datos que ponen los pelos de punta: tan solo en Lleida, Huesca, Zaragoza, Murcia, Barcelona y Segovia se acogen a la mitad de los cerdos del país. Ya en 2015, había 25 cerdos por habitante de la comarca de las Cinco Villas (Zaragoza) y en La Litera (Huesca) más de 40 cerdos por cada uno de sus 18.696 habitantes. De igual manera el 54,4% de los cerdos sacrificados en el país se concentran en Barcelona, Gerona, Murcia, Lleida y Málaga. En 2015 la industria sacrificó 46,4 millones de cerdos, lo que significa casi cuatro millones de toneladas de carne, una producción que aumenta año tras año. Con las gentes de Loporzano descubrimos la realidad de todo lo que esconde la ganadería industrial y las falacias asociadas a ella.
- BULO 1: La ganadería intensiva es un futuro para el mundo rural porque crea puestos de trabajo y fija población en el territorio.
Nada más lejos de la realidad. Pilar y Rosa, integrantes de la plataforma en Loporzano, nos contaban que una sola persona puede llevar a cabo el trabajo que necesitan 6.000 cerdos. En realidad, esto puede ser posible porque esas granjas están supermecanizadas. Se utilizan todo tipo de sistemas automatizados y se destruye empleo. Estas macrogranjas ofrecen 4 veces menos empleo que las explotaciones familiares y como resultado los pueblos se vacían. Con datos que lo demuestran: Garaballa, municipio con mayor censo porcino de Cuenca, ha perdido el 51 % de la población entre 2001 y 2017; Castillejar, con una población de 1.344 habitantes y una gran explotación de Cefusa-El Pozo de 21.000 madres reproductoras y una producción de 645.000 lechones al año, ha reducido su población entre 2006 y 2017 en un 20 % y aumentando el paro un 11 %, etc.
Cada vez la tendencia es reducir el número de explotaciones ganaderas para hacerlas más grandes. Se está instaurando el modelo de las integradoras controladas por grandes empresas en las que el ganadero pone las instalaciones (la nave) y el trabajo mientras el integrador se encarga de facilitar los animales, el alimento y la atención veterinaria. Una forma de industrializar el sector ganadero. Esto provoca la caída de precios y muchas ganaderías pequeñas se ven abocadas a cerrar y abandonar el sector. Según recoge el informe Indicadores económicos del sector porcino 2018 del Ministerio de Agricultura, desde el 2007 se han cerrado cerca de un 47% de explotaciones familiares y las explotaciones de mayor tamaño se han incrementado en un 51 %, especialmente las más grandes, con capacidad entre 3.000 y 7.200 cerdos de engorde. Y no solo ocurre con el porcino, sino que, según datos del INE, entre 1999 y 2013 se han perdido 161.000 explotaciones avícolas, 88.000 de bovino y 43.000 de ovino.
La agroindustria es un modelo que concentra la ganadería y la agricultura en pocas manos y en poco territorio. Ocurre de forma paralela en la agricultura, donde el acaparamiento de tierras convive con el abandono de 7.000 explotaciones tradicionales cada año. La Política Agraria Comunitaria (PAC), que en España supone más de 6.000 millones de € al año, es uno de los elementos clave que apoya este modelo industrializado de producción. Quien más tiene, más recibe.
- BULO 2: La llegada de una gran empresa de ganadería intensiva a un pueblo es sinónimo de empleo y seguridad laboral.
A día de hoy, la mayoría de los cerdos son controlados por la industria cárnica, supermercados o procesadoras mucho tiempo antes del sacrificio donde el mercado especula con el precio de los alimentos y se presta cada vez menos atención a los problemas y circunstancias de las ganaderías. No hace muchos años, el modelo era completamente distinto. De forma tradicional prácticamente todos los cerdos se vendían en subasta o en negociación directa entre ganaderos y productores de carne.
La tendencia es cerrar mataderos pequeños a los que podían acudir las fincas familiares y se abren macromataderos como el de Binéfar, el más grande de Europa, que pretende sacrificar 32.000 cerdos al día. Esto se vende desde la empresa y las administraciones como una oportunidad de empleo y de futuro para el pueblo. Este tipo de modelo industrial, con empresas integradoras que sustentan el poder, ganaderos que pierden su poder para tomar decisiones y macromataderos centralizados en pocos territorios no solo esclaviza a los animales, sino también a las personas. Muchos de los puestos de trabajo generados son de gran precariedad, con ganaderos que dependen de las integradoras y personas que trabajan en los mataderos contratados como falsos autónomos. Deben pagarse sus propias herramientas y no tienen vacaciones, baja por enfermedad o accidente y tampoco derecho al paro. Además son generalizadas las largas jornadas laborales, salarios muy bajos y gran estrés psicológico. Estas son las condiciones a las que se enfrentan las personas que trabajan allí. Algunos grupos de trabajadores ya se están uniendo para plantar cara a estas condiciones. Las macrogranjas hunden al pequeño granjero y explotan a las personas trabajadoras haciendo imposible la competencia y perdiéndose el tejido social, la cultura de los pueblos, sus tradiciones agropecuarias y un tipo de vida que es irrecuperable.
- BULO 3: Los purines están controlados y no son un problema
Con este modelo en el que, en España, se sacrifican 6.000 cerdos a la hora los impactos medioambientales son brutales, uno de los más preocupantes es la gestión de los excrementos. En la ganadería tradicional extensiva, los excrementos de los animales se recogían a mano, mezclados con paja, y se utilizaban como abono. En la ganadería intensiva e industrial, para abaratar costes, las naves están equipadas con unas superficies rígidas, planas y estables que son lavadas con chorros de agua a presión, consumiendo una elevada cantidad agua (hasta 20.000 litros al día en una explotación de 1999 cerdos contando agua para beber y para limpiar). De esta manera, los excrementos se encuentran en fase líquida y forman los purines junto con las aguas de lavado, resto de alimentos, patógenos y antibióticos.
Un purín contiene aproximadamente 4.000 ppm de nitrógeno. Si comparamos el purín con el agua residual habitual de una ciudad, el agua urbana contiene de media menos de 100 ppm de nitrógeno total. Es decir, en términos de nitrógeno, el purín es 40 veces más contaminante. Estos purines se acumulan en balsas y su gestión es un problema. Desde la administración es complicado el control por la falta de inspección. Cada ganadero debe llevar un libro de gestión de purines donde tiene que decir dónde aplica el purín, pero eso es difícilmente controlable. Con el tiempo, el nitrógeno de los purines se transforma en nitratos. Los nitratos, en proporciones adecuadas, mejoran el crecimiento de las plantaciones y aumentan su rendimiento, pero cuando su concentración es excesiva, las plantas no pueden absorberlos y se infiltran a través del suelo alcanzando las aguas subterráneas y contaminando pozos y acuíferos, con riesgos para la salud y la propia agricultura. Las dimensiones de las macrogranjas genera una enorme cantidad de purines difíciles de gestionar que conlleva contaminación de las aguas subterráneas. El problema de la contaminación del agua corriente ya llega en Aragón a uno de cada cinco municipios.
No solo el agua es un problema, sino que el aire que se respira es insalubre. Pedaleando estos territorios, pudimos sentir el olor. Pero no es solo mal olor, sino que el aire está contaminado principalmente con amoníaco. Este amoniaco se combina con otros contaminantes creando partículas que agravan enfermedades pulmonares y cardiovasculares. Un problema de salud pública.
Y con todo esto, además, las integradoras se lavan las manos. Los ganaderos deben asumir la gestión de los residuos y la empresa integradora no asume los costes de gestión de los purines. En los contratos que firman con los ganaderos, no se consideran los gastos de gestión de purines en el cálculo de costes de producción que determinan el precio final de los cerdos ya engordados. De esta forma, el ganadero está atado de pies y manos. Está obligado a hacer una gran inversión para la construcción de la nave. La empresa integradora le suministra los animales, el pienso y los tratamientos veterinarios según un modelo estandarizado. En la nave se engordan los animales y una vez han llegado al peso óptimo, se los llevan pagando el precio dictado por la gran empresa. Así, el ganadero (y el territorio) se quedan con los purines. Si el ganadero no accede a las condiciones de la integradora, puede verse endeudado con unas instalaciones que pagar y sin animales para engordar.
- BULO 4: Toda la ganadería es nociva
Cuando nos juntamos con Rosa y Pilar de Loporzano SIN Ganadería Intensiva, lo primero que nos dijeron que hay que tener claro es que “no se puede hablar de ganadería en su conjunto, para hablar de ganadería tenemos que ponerle un apellido: tenemos que decir si esa ganadería es extensiva y agroecológica o si es intensiva e industrial. Son modelos que no tienen nada que ver. En la ganadería industrial los animales no están en el campo, están hacinados, en naves, sobremedicados, no ven la luz del sol, no respiran aire fresco, viven en espacios muy pequeños en los que no pueden desarrollar sus actividades. Sin embargo, la ganadería extensiva es todo lo contrario y es necesaria para preservar biodiversidad, aportar al territorio, crear empleo y moldear paisajes. La ganadería industrial destruye paisajes, contamina agua, es nociva para especies protegidas y empobrece los suelos”.
Para poder llevar a cabo esta forma de ganadería industrial es necesario administrar antibióticos en grandes cantidades. Una buena parte de estos antibióticos no son utilizados de forma terapéutica para curar animales enfermos, sino de forma preventiva, para poder tener hacinados a miles de animales en las naves. Esta sobremedicación del ganado repercute en la salud humana. Debido a sobreexposición a antibióticos que tenemos, se calcula que más de 3.000 personas mueren cada año en el Estado español por culpa de la resistencia a los antibióticos, más otras muchas que sufren complicaciones y reducción de su calidad de vida.
Además, el modelo industrial necesita de grandes superficies para el cultivo de piensos. En Europa, ya más del 71% de tierras cultivadas se dedican a la alimentación de ganado. Y a nivel mundial es todavía más alarmante. Ya en 2007 España importó 4,2 millones de toneladas de soja para alimentar su ganadería industrial. La mayoría de esta soja procede de América del Sur, donde la rápida expansión de las plantaciones de soja implica graves impactos ambientales y sociales: deforestación y pérdida de biodiversidad, cambio climático, uso de agua y contaminación y acaparamiento de tierras. Situaciones tan alarmantes como los incendios ocurridos durante este verano del 2019 en Amazonia están ligadas a este sistema de producción de carne industrial. Terrenos incendiados que posteriormente se utilizarán para el cultivo de soja transgénica que alimentará los animales de las macrogranjas españolas, y que, a su vez, luego serán exportados a países lejanos. Un sistema global que lleva a graves impactos medioambientales. Las macrogranjas son un nuevo modelo de explotación que rompe con la tradición ganadera y que tiene que ver con una forma de producción de carne intensiva e industrial en la que los miles de animales que tienen están en un espacio cerrado y los recursos que se utilizan vienen del exterior.
Mientras, la ganadería extensiva se pierde, y con ella los valores naturales, gastronómicos y culturales. La forma de producción tradicional de los rebaños pastando en el campo protege los pastos, cuida las dehesas y es una manera de gestionar los recursos forestales en el monte que previene incendios.
Sí, no todas las ganaderías son iguales. Cerca de Loporzano, en Quicena fuimos a conocer a Cordero de Montearagón. Las jóvenes Irene y Gala cogieron el relevo de su padre José Luis Gracia Chapullé. Cuando su padre falleció, Irene, veterinaria, lo tuvo claro: “no quería que se perdiese la finca ni todo el trabajo que mi padre había hecho por la oveja Xisqueta”. Gala, su hermana la apoyó desde el principio y más tarde llegó Carlos. “Creemos en la ganadería ecológica y en su vinculación con una alimentación sana y lo que representa para los tiempos que corren, un reencuentro con nuestros antepasados, con el retorno al origen”, dicen.
Jose Luis “Chapu”, su padre, veterinario reconocido y enamorado de las razas autóctonas, defensor de la ganadería extensiva y consciente de su importancia para habitar un planeta sostenible, decidió comenzar su propia ganadería en el año 1998. “Él quería demostrar al mundo que la forma de trabajar con animales había de ser ecológica y que la raza Xisqueta había de recuperarse. Esos eran sus principios y quería ponerlos en práctica” nos comentó su hija Gala. Decidió apostar por una raza autóctona del Pirineo, la Xisqueta y por recuperar la producción de masitos. El masito es un cordero castrado de más de 8 meses de edad y las canales son de más de 20kg con un mínimo de 10 días de maduración. Los corderos no son separados de su madre, el destete lo realizan de forma natural cuando ya no sienten la necesidad de mamar más. La carne es de excepcional calidad: “está más hecha y a la vez es de textura tierna, jugosa y estructurada, el sabor es suave, neutro y al pastar libremente la grasa se infiltra” nos decía Carlos. Cordero de Montearagón es la única ganadería que produce este tipo de corderos tradicionales y ecológicos. Y es más, son la única ganadería de carne de oveja Xisqueta ecológica en Aragón.
A día de hoy tienen un rebaño de 45 ovejas Xisquetas y 22 masitos. Toda la finca y la ganadería están certificadas en ecológico. Las ovejas y corderos andan por la finca y pastan la hierba. Se alimentan de las praderas mixtas y les complementan la alimentación con productos vegetales, ecológicos y sin aditivos de síntesis química. Irene, veterinaria experta en nutrición, prepara las mezclas de cereales y leguminosas que compra directamente a agricultores ecológicos en función de las necesidades del rebaño. Comercializan su carne en circuitos y locales cercanos. “Sabemos de la importancia de los productos locales para que llegue lo más fresco posible al plato y creemos firmemente en el compromiso y el saber hacer que un ganadero tiene con sus clientes”, dicen en su página web. Irene y Carlos son principalmente quienes llevan a cabo todos los trabajos de la finca. A día de hoy, es “un hobbie, muy peculiar pero un hobbie. Tenemos trabajos fuera de la finca que son la base económica” nos decía Carlos. Les gustaría ampliar el rebaño hasta unas 100 ovejas y tener más extensión de pasto. “El sueño es que el día de mañana esta finca fuese viable económicamente para que uno de los dos, Carlos o yo, podamos dedicarnos 100 % a estar en la finca” nos decía Irene. Para esto es necesario concienciación de las personas que consumimos carne sobre la importancia que tiene apoyar a estas pequeñas ganaderías extensivas. Gala, mientras tanto, compagina su trabajo en la finca con su profesión en producción, realización y dirección audiovisual.
Como hemos visto, el crecimiento de la ganadería industrial no genera riqueza en las zonas rurales, sino pobreza poblacional y de salud. Comer carne barata producida de forma intensiva está provocando deforestación y especulación con la tierra cultivable, contaminación de aguas y aire, más emisión de enormes cantidades de gases de efecto invernadero. Apoyar a gente como Irene, Gala y Carlos o como otras de las iniciativas de ganadería extensiva que hemos visitado durante nuestro recorrido es clave: Jeromo en Manquillos, Gustavo en Sosas de Laciana, Ana Amelia y Segundo en Caldevilla de Rengos, Amelia y Marcelino en Mieldes, Casería La Madera en La Figarona, Anita y Gustavo en Varé, Bea y Fran en Cangas de Onís, Alejandro Calleja en Nava, Casa Niembro en Asiegu, María y Lucio en Aldueso, Axier en Leva, Quesería El Carluque y Hnos. Valle en Valdivielso, Vista Alegre Baserria y Mutur Beltz en Karrantza, Malu en Zeanuri, Pikunieta en Antzuola, Trigo Limpio en el Pirineo navarro, Egillor Borda en Irurozki, Borda Matías en Oros Bajo, Ternera de Aísa, María y Quico en Aragüés del Puerto… Hay alternativas y muchas, y es nuestra obligación buscarlas hasta encontrarlas y apoyarlas. Ya lo dijo Segundo: “si nos olvidamos del paisaje, del paisanaje y de nuestra ganadería, está claro que vamos a destruir nuestra cultura, nuestro entorno y vamos directamente a una hecatombe medioambiental, agroecológica y a perder nuestra propia soberanía alimentaria”.