26 de agosto de 2019, Lakabe
Lakabe: pioneros en alternativas
El Valle de Arce- Artzibar, donde se encuentra Lakabe, es uno de los valles más despoblados del prepirineo navarro. La densidad de población actual está en menos de 2 habitantes por kilómetro. La despoblación se inició en este valle mucho antes que en otros lugares, pero fue a partir de la década de 1950 donde la emigración a la capital fue más acusada cuando las industrias urbanas reclamaban cada vez más mano de obra y se iniciaba el cambio en el modelo agrícola. A su vez, la migración femenina fue muy acusada en esta zona. Muchas mujeres jóvenes marchaban a servir a la ciudad. Todo esto tiene como consecuencia la expulsión de parte de la población rural hacia el mundo urbano. Muchos pueblos de esta zona quedaron completamente deshabitados.
Fue a partir de los años 80 cuando se inició un movimiento de ocupación de los pueblos deshabitados rechazando la estructura social de las grandes urbes. Buscaban reinventar un nuevo sistema asambleario y una vida en colectivo basada en comunidades pequeñas en armonía con el medio natural apostando por el uso de los recursos locales y la autosuficiencia. Pueblos como Lakabe, Argiñariz, Zandueta, Ulai Alto, Osa o Javerri fueron repoblados en esta época con la creación de espacios comunitarios donde la propiedad privada era superada por el uso colectivo. Mucho ha avanzado el sistema capitalista desde entonces pero este movimiento no ha parado. A día de hoy, lugares como Arizkuren, Lakabe, Rala y Aizkurgi siguen en pie en los valles navarros demostrando que se puede experimentar la utopía.
Uno de los pueblos referente en el movimiento de okupación rural y con más trayectoria es Lakabe, okupado desde 1980 por un grupo de jóvenes provenientes del movimiento de objeción de conciencia. “Alrededor de cuarenta personas dan vida ahora a este pueblo; construyendo y afirmando un proyecto de vida en comunidad, compartiendo economía, trabajo, recursos y tomando las decisiones de manera asamblearia, trabajando por crear un mundo sostenible, también a nivel humano.” En su camino hacia la autosuficiencia energética y alimentaria tienen placas solares, molino, turbina hidráulica, animales, cultivan sus huertas y hacen su propio pan. Esta fue la primera de sus actividades. Reconstruyeron un horno de los del pueblo y empezaron a elaborar el pan de manera artesanal utilizando harina integral ecológica, levadura madre, agua y sal. Mucho fue el camino que tuvieron que avanzar para aprender y mejorar su pan y, por coincidencias de la vida, ese pan acabo saliendo fuera de Lakabe y a día de hoy es conocido y valorado. Actualmente, les aporta una parte de los ingresos económicos de la comunidad. En este camino de aprendizaje crear redes y apoyarse mutuamente es fundamental. Por eso, Lakabeko Okindegia está en contacto con la Asociación de Panaderos de Gipuzkoa Baserriko Ogia en la que están también Haristizabal Baserria e Irure Txiki Baserria entre otros.
En los primeros años de reconstrucción de Lakabe se basaron principalmente en la supervivencia y durante 30 años se centraron en reconstruir el casco urbano. Fue un trabajo difícil, constante y arduo. El término municipal de Lakabe tiene una superficie de unas 500 hectáreas, principalmente de bosques que antiguamente habían sido pastos. Siempre lo han utilizado como fuente de recursos: alimento para el ganado, leña para calentarse y cocinar y fuente de agua. Estuvimos hablando con Ille, que nos contaba que hace 10 años, con el pueblo reconstruido y la base de autosuficiencia establecida empezaron a mirar sus alrededores con otros ojos. Y empezaron a cuestionarse “¿Cuánto podemos crecer? ¿Cuántas personas con los recursos que tenemos podrían vivir en Lakabe? ¿Cuántos animales?”. Todo esto, por supuesto, basándose en la autosuficiencia. Esto les llevó a plantearse cómo querían y podían utilizar los recursos naturales de una manera sostenible, no solo pensando en el presente sino también en las generaciones futuras.
El ganado siempre ha estado presente en Lakabe para autoconsumo, como fuerza de tracción y transporte, que pastaba libremente en los bosques cuando no se utilizaba como fuerza de trabajo. Con el tiempo se dieron cuenta de que los animales se acercaban cada vez más al pueblo porque les faltaba alimento y tenían que traer cada vez más comida de fuera. ¿Cómo es posible con casi 500 ha de terreno? Algo estaba fallando en la gestión del territorio.
Empezaron a prestar especial atención al agua, es esencial para la vida, todos los asentamientos se instalan cerca de una fuente de agua. El río que pasa al lado del pueblo se seca de julio a octubre. Y pensaron, “¿realmente hubieran construido todas estas casas sino les llegaba el agua en verano?”. Además, el caudal del manantial que nutre de agua al pueblo cada verano era menor. Comenzaron a investigar el tema del agua y una de las conclusiones que sacaron fue que “no falta agua porque no llueve, sino que no infiltra lo suficiente”. Paseando por el monte vieron que había sobrepastoreo, lo que significa que la hierba está todo el rato a disposición de todos los animales. De esta forma, las plantas no pueden crecer, se quedan enanas. Tampoco desarrollan suficiente raíz para mantener el suelo fértil y que haga de esponja para retener y permitir la infiltración de agua. Con toda esta información obtenida de la observación y del conocimiento del territorio decidieron actuar y buscar a personas que tuvieran conocimientos profundos del tema.
Bernd Walter Müller, director del Departamento de Ecología de la ecoaldea Tamera (Portugal) y profesor del Global Campus, les ayudó mucho a tener una visión más global del funcionamiento del agua y del territorio. Aprendieron que el agua no hace falta que esté almacenada en un lugar a nuestra vista. Es necesario favorecer las condiciones para que el agua pueda infiltrarse y recargue las capas freáticas que son las que nutrirán a los ríos y a los manantiales. Debemos tratarlo como un ser vivo. Otros referentes como Joel Salatin, Allan Savory y Gustavo Ales de ALEjab han sido sus guías para aprender sobre manejo de ganado, rotación de pastos y agricultura regenerativa. Eso sí, adaptan la técnica a posibilidades y condiciones de cada lugar. Esto, en Lakabe, se lleva a cabo a través del grupo de gestión del territorio que se encarga del agua y manejo de animales. Este grupo centró su energía y esfuerzos en la zona alta del territorio. “Hay que empezar a trabajar el agua desde arriba para reducir la escorrentía y que el agua baje con menos fuerza, arrastre menos sedimentos y se infiltre” nos dijo Ille. Han hecho un estudio para ver el recorrido del agua y decidir qué acciones tomar para cambiar de la degradación a la regeneración.
Principalmente han implementado 3 tipos de actuaciones:
- En las cárcavas, surcos creados por el agua, han puesto barreras que cortan su paso para evitar la erosión. En esos lugares se va creando materia orgánica y crece hierba, así cuando el agua pasa se retiene e infiltra. Con este tipo de sencilla actuación se pasa de la degradación a la regeneración. Esto se llama check-dam o presita.
- En las zonas borde, donde el agua se desborda cuando el río viene muy crecido, han instalado unos tubos que desembocan en unas zanjas de infiltración o swales hechas siguiendo la curva de nivel. Así el agua tiene tiempo de infiltrarse y recargar la capa freática. Esta técnica también se utiliza para recoger el agua de la lluvia en terrenos con pendiente
- En la parte más alta, donde nace el río, es una zona muy erosionada, donde se ve lo que llaman el tufarro, un tipo de roca caliza muy porosa que se deshace fácilmente. En esta zona era imprescindible reducir la erosión provocada por la lluvia y favorecer la creación de suelo para que se regenere la vida. Requería una actuación contundente. Por ello, apostaron por hacer terrazas con cierta inclinación para que no se desmonte y pueda prosperar la vegetación. Para ello tuvieron que tomar la difícil decisión de comprar maquinaria pesada para poderla utilizar con los ritmos y momentos adecuados. Establecer una relación humana y sostenible con la gran maquinaria es algo que tienen muy presente. Las máquinas se usan de manera consecuente y racional porque el mundo necesita cambios más rápidos con intervenciones fuertes y claras. Una vez hechas las terrazas, para ayudar a la regeneración, han acolchado las partes horizontales con paja y aportado semillas. También han metido algunos animales para que fertilicen usando la técnica del impacto animal. En la parte inclinada de las terrazas han plantado arbustos y plantas para reforzarlo.
Hace poco más de 5 años empezaron a trabajar en este tipo de actuaciones y a día de hoy son más que visibles los resultados: el chorro del manantial sigue fluyendo durante todo el verano y el pozo que está en el medio del pueblo, indicador del nivel freático, casi no reduce su nivel en los meses estivales. Hemos encontrado en nuestro viaje otros ejemplos de actuaciones en fincas como Biezko baserria. Observación, reflexión, aprendizaje, trabajo y esfuerzo que sin duda va a ser un ejemplo a seguir para en una gestión sostenible y racional de nuestros territorios. Trabajando por la gestión completa de todo el pueblo, han desarrollado su plan de ordenación del territorio integrando todos estos aprendizajes. Lakabe, una vez más, pionera en poner el foco y la atención en cuestiones vitales.
En Lakabe llevan 40 años apostando firmemente por vivir en colectivo de forma equilibrada sin esquilmar los recursos. “Es una comunidad muy comprometida con nuevas formas de estar en el mundo, trabajando desde el decrecimiento y la autogestión, pasando por las relaciones humanas, llegando a sistemas horizontales de toma de decisión y tratando de transformar el sistema dominación/sumisión por otro de iguales”. Ha sido un camino de aprendizajes y crecimiento personal y grupal. Hablamos con Mabel sobre la importancia de la gestión de estos proyectos. Reflexionaba Mabel “hay un sueño alto en los grupos de apoyarnos entre nosotras, pero lo acompañan frustraciones, porque vivir en comunidad significa afrontar cambios. Los espacios colectivos te están colocando en situaciones diferentes a cómo tú harías las cosas y eso hay que saber gestionarlo.” Si esto lo aterrizamos, para vivir en colectivo han de forjarse unos acuerdos y una estructura para que el propio proyecto pueda sostenerse. Cuando esto no existe, no te adhieres a un proyecto, te adhieres a una persona. Sin embargo, cuando hay una estructura colectiva bien definida, el poder reside en el grupo.
Mabel es miembro del IFACE y, por su experiencia y conocimientos, aconseja a los grupos que es imprescindible tomar acuerdos muy sencillos y básicos que toquen las cosas de la vida cotidiana: organización de áreas de responsabilidad, definir claramente la forma de toma de decisiones, gestión de recursos materiales, personales y económicos y fijar un marco de crecimiento del proyecto a nivel ideológico. La toma de decisiones es un elemento clave ya que, si no está claro desde un principio, las decisiones acaban siendo tomadas por una parte del grupo y el resto va desentendiéndose del proyecto porque lo sienten lejano.
En los grupos siempre existe energía que moviliza. Esta energía puede estar dirigida por el entusiasmo, la ilusión o la creación desde parámetros igualitarios o bien, centrarse en la confrontación y el conflicto desde la hostilidad. Gestionar estas energías supone un enorme reto y es la clave para que el proyecto colectivo prospere. En esto, la comunicación entre las personas es un elemento central. Por ejemplo, cuando emitimos un mensaje, a parte de la información, solemos emitir también juicios y opiniones que interfieren claramente en la manera en que la oyente del mensaje lo procesa. Aprender a diferenciar entre estos tres aspectos es fundamental para una comunicación efectiva. Herramientas como la Comunicación No Violenta nos permiten evitar malos entendidos y sufrimiento en nuestras relaciones interpersonales. La Facilitación de Grupos es una metodología compuesta por distintas herramientas y técnicas que trae mirada fresca, claridad al proceso y calma a los grupos en sus momentos de conflicto y crecimiento.
En Lakabe, ya son 3 generaciones las que conviven y crecen con esta forma y experiencia de vida. En nuestra corta visita vimos a la cuadrilla de niñas y niños que corren, juegan y crecen en comunidad. Reflexionamos junto a Mabel y Nuria sobre cómo les ha influido crecer en este ambiente. Por un lado, Mabel nos contaba como tienen completamente asumida e integrada la capacidad de compartir. Es algo que no se cuestionan, porque la decisión ya se tomó y han crecido en ese ambiente. Por otro lado, saben lo que supone vivir de los recursos que provee la naturaleza, el esfuerzo que cuesta calentar con la leña que se ha traído del bosque o utilizar electricidad que producen las placas solo cuando hay sol. Saben lo que es vivir con y por la naturaleza, con sus ritmos, sus regalos y sus limitaciones, que son las verdaderas limitaciones del planeta. Estas nuevas generaciones tienen la vida colectiva instalada en su imaginario, han aprendido y experimentando la importancia de escucharse, entenderse, respetarse y solucionar los conflictos de manera racional y humana.
Vienen unos años de enormes retos y responsabilidad para los colectivos, años muy bonitos de transformación tanto cualitativa como cuantitativa, nos comentaba Mabel. Porque la fuerza del cambio necesaria para afrontar los retos que se nos presentan, siempre pasarán por actuar en colectivo. Gracias Lakabe por enseñarnos tanto.