26 de agosto de 2021, Foz Calanda
Dulces recuerdos en un bote
No hace muchos años, en Foz Calanda, se realizaba el festival de artes escénicas Frutos festival. “¡Era increíble! Imaginaos el pueblo lleno de espectáculos, música, pintura, teatro… ¡Y más de mil personas venían cada año como público! Gracias a este festival nació Mermeladas El Ababol” nos contaba Manuela. Manuela, como muchas personas de la zona, elaboraba mermelada casera para aprovechar los excedentes de fruta en cada temporada. Empezó a ofrecerlos a la gente que venía al festival, “el primer año les gustó, el segundo repitieron y al tercero, la gente ya venía por el festival y por las mermeladas”. Así que decidió liarse la manta a la cabeza y montar un obrador. Había gente que le decía “¿pero vas a hacer mermeladas en un pueblo que todo el mundo se la hace en casa? Nadie te va a comprar”. Y Manuela pensaba: “hombre, si tanta gente viene preguntando por mi mermelada… Algo tendrá, ¿no?”.
Quería que cuando la gente probase sus mermeladas pudiese recordar el sabor real de la fruta y sentir la elaboración artesana. Estaba convencida de que quería hacerlo como se había hecho toda la vida: solo con fruta madura, azúcar, tiempo y paciencia para remover con calma en la cazuela. “Me costó dos años conseguir todos los permisos. Al principio me decían que las máquinas del obrador pueden causar molestias por los ruidos y vapores emitidos y yo pensaba, ¿el qué: la batidora o la cazuela? Después me decían que tenía que echar conservantes porque solo con azúcar no valía ¿pero si siempre se ha hecho así y aquí nadie se ha intoxicado? Cogí muestras de todas las mermeladas y encargué los estudios de vida útil al CITA”. Manuela nos contaba, como ya hemos oído otras veces, que los trámites burocráticos son una auténtica odisea. “O tienes muy claro lo que quieres hacer o al final, por desesperación, lo dejas. Yo creía mucho en mi idea, en mi producto. Mamen, amiga del pueblo, ya se dedicaba a la apicultura y envasaba su propia miel. Me dio muchos ánimos, me dijo que sí, que se podía, que adelante. Desde el ayuntamiento siempre me apoyaron también. Mucha gente sabía que, si conseguía todos los papeles del obrador, la mermelada sería un éxito. Así que… seguimos”.
El obrador de Manuela es claro ejemplo de sencillez y sentido común, minimizando inversión, infraestructura y gastos. El fregadero es una bañera pequeña bien acondicionada para poder limpiar los botes y utensilios. La cocina es un fogón de aros de butano que utiliza con ollas de acero inoxidable y, en lugar de tener autoclave, esteriliza los botes con una marmita enorme al baño maría. “Mis puertas siempre están abiertas para mostrar mi pequeño obrador, compartir consejos y resolver dudas” nos contaba. Así es que cuando Mariví y David de Mari Golosa decidieron abrir en Lechago, vinieron a verlo. Manuela fue el primer obrador de mermeladas artesanas de Teruel y varios han pasado para conocerlo. Apoyarse entre los pequeños es fundamental y han creado un grupo para estar en contacto.
Manuela está ligada a lo rural, a la naturaleza, a los ciclos de su tierra. Proviene de familia agricultora y ganadera y ella siempre ha echado una mano en todo lo que hacía falta. “Una de las cosas que más me gustaba era embolsar” nos dijo. Como aprenderemos más adelante, en esta zona se embolsan los melocotones uno a uno para evitar que les pique la mosca. “Me gusta fijarme en los cambios. Mira, estas nubecillas ya son de septiembre. Y también fíjate en las golondrinas. Cuando se paran así en los postes es que ya se acerca el otoño” decía Manuela mientras una fila de golondrinas nos miraba desde los cables de la luz.
Mermeladas El Ababol trabaja todo el año. Tiene más de 70 tipos de mermeladas con sabores muy sorprendentes y deliciosos y, además, hace colaboraciones con chefs. “Una de las que más gustan es: borraja con avellanas y chocolate. Había tiempo que seguía el blog Las Borrajas del Copón, vi esta receta y le lancé el reto: la convertiré en mermelada. Me puse a hacer pruebas y salió. A día de hoy solo la elaboro para navidad y desde septiembre ya tengo encargos”. Manuela también piensa en hacer mermeladas más saludables y para todos los públicos “en las ferias a veces se acercaban personas mayores. Les ofrecía probar mermeladas y lo rechazaban porque no podían tomar azúcar. Así que pensé, si la fruta ya es dulce… ¿por qué no eliminar el azúcar y hacerlas solo con fruta? Solo necesito cocinarlas más y alargar el periodo de esterilización”. La base de todas las mermeladas de El Ababol es la fruta y su eslogan “El placer de comer fruta”. Los últimos productos que se ha lanzado a elaborar son los chutneys, salsas agridulces con frutas u hortalizas, vinagre, especias y azúcar, porque “quería hacer algo más allá de las mermeladas”. Nos contaba que tiene muchos sabores pero “no todas salen bien, muchas se las ha tragado la fregadera”. Pequeños proyectos como este forman parte de la vida de las artesanas y artesanos que los impulsan. La ilusión, la fuerza y el cariño son un motor esencial para que sigan adelante.
“Un producto artesanal, hecho con el corazón como el que yo hago, se tiene que vender también desde el corazón. Por eso, los distribuidores no funcionan. Al principio lo intenté pero prefiero vender directamente, bien a través de la venta online o en pequeñas tiendas gourmet. Es la mejor opción para tener un contacto cercano, es otra forma de que mi clientela viva lo que tiene en su tienda”. Manuela es muy activa en redes sociales, a través de ellas nos cuenta cómo elabora sus mermeladas y también comparte algunos de sus intereses y su vida cotidiana. Corazón y alma en cada pequeño bote.
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[…] En su visita tuvimos la oportunidad de hablar de muchas cosas y de entendernos, ellas lo han contado muy bien en su web, podéis leerlo aquí […]