7 de agosto de 2021, Rubielos de Mora
Bajarse de la rueda
Rodando con nuestras bicis llegamos a Rubielos de Mora para conocer a Mariví y David, fundadoras de Mari Golosa. Hace 8 años decidieron rodar en contradirección y cambiar el entorno urbano por el rural. “David es delineante y trabajaba en una ingeniería y yo tenía un negocio en el centro de Valencia. Decidimos que se había acabado nuestro tiempo allí porque el ritmo es frenético. Nunca hay bastante, siempre necesitas más cosas que no sirven para nada. Nos liamos la manta a la cabeza y nos fuimos a Lechago, un pueblito de Aragón”.
David tiene su origen en esa localidad de la comarca del Jiloca y pasó allí los veranos de su infancia donde todavía conserva amistades. Encontraron el sitio idóneo para. “Nos recibieron con pancartas. ¡Imaginaos! No iba nadie a vivir a Lechago desde no se sabe cuándo”, nos contaba Mariví. David contextualizó que “Lechago es un pueblecito pequeño, viven unas 30 personas”. Llegaron allí el 30 de junio del 2013 y lo primero que hicieron fue montar un huerto. “Para integrarnos había que hacer las cosas que la gente hacía”, nos contó Mariví. “El huerto nos salió bien para ser principiantes. Llegó septiembre y las heladas. Tuvimos que cosechar de golpe. En nuestros paseos aprovechábamos para coger moras. Y con todo esto hicimos mermeladas y conservas”, nos contaba Mariví. David recordaba “monté una despensa y unas etiquetas bonitas para esos botes de mermelada”. Se les ocurrió compartir por redes su producción casera y “alguien comentó en una foto ¡Qué bonito! ¿Cuánto cuesta? Ahí pensé, ¡Tate! Ya lo tenemos, haremos mermeladas” dijo Mariví.
Siguieron elaborando, vieron que sus productos tenían éxito y en enero del 2014 decidieron montar un obrador en el garaje. “El estudio de mercado fue el bar del pueblo”. Ese fue el germen de su empresa Mari Golosa. Algo muy importante, como vimos en la ruta del 2019, fue contar con un espacio para que la gente pudiera probar sus productos antes de embarcarse en los trámites del obrador. Cuando se pusieron manos a la obra, tuvieron más facilidades que en otros casos, “por mi trabajo de delineante, tenía experiencia en legalizar locales para negocios sabía los pasos, a quién preguntar, temas de ayuntamientos, de sanidad…” decía David, “si no te mueres en el intento. Hay mucha gente a la que le ha costado muchísimo legalizar sus negocios. La burocracia no distingue tamaños y los papeleos son costosos para pequeñas empresas” matizaba Mariví. “Fue una época muy bonita, de los mejores años de nuestra vida. Teníamos un ritmo más humano, sin pretensiones. Era una vida en la que teníamos tiempo para mirar el fuego”. Mari Golosa desde el principio ha apostado por la calidad para sus productos y para la vida de las personas. Compraban tomates ecológicos a un productor de Burbáguena, cerezas ecológicas en Luco, etc. Y sus productos van distinguidos con el sello Artesanía Aragonesa y km 0.
Querían aumentar la producción “necesitábamos ampliar y el proceso en Lechago era muy complicado y costoso” nos decía Mariví. Empezaron a buscar. Sabían que querían seguir en Teruel y optaron por el sur para estar más cerca de Valencia por la familia. “Estuvimos visitando y hablando con administraciones locales. Decidimos apostar por Rubielos por las facilidades que nos ofrecía y la belleza del pueblo”. En diciembre de 2019 alquilaron una nave y de 30 m2 pasaron a 400 m2. “En febrero empezamos a construir el obrador y cuando llegó la pandemia nos pasábamos aquí 10 o 12 horas al día adelantando trabajo. Aprovechamos mucho el tiempo y acabamos la obra” nos dijo David. En ese momento de ampliación los hermanos de Mariví, Inma y José, decidieron entrar a formar parte del negocio como socios y dejar Valencia para vivir en Rubielos de Mora.
Y la aventura no acaba aquí. Las personas que llevaban la cerveza artesana Mijares decidieron cerrar la producción. David y Mariví se enteraron por casualidad y no lo pensaron dos veces: hablaron con Raúl y ofrecieron comprarle la marca y el material a cambio de aprender a hacer cerveza. Hemos tenido la inmensa suerte de probar estas cervezas y nos han encantado. Producen 3 tipos: la River (una Golden Ale aromática y ligera), la Estresada (una Brown Ale con toques dulces y espuma tostada) y la Aragón (una Pale Ale con lúpulo aragonés y sabor afrutado). Se elaboran con agua de la Sierra de Gúdar y son perfectas para cualquier momento del día y maridarlas con las mermeladas artesanas. Han cambiado el etiquetado y Joan, sobrino de Mariví, ha diseñado con mimo los dibujos.
La idea de Mari Golosa es seguir innovando y aprovechar el potencial del nuevo local. Mariví nos contaba “me gustaría traer grupos escolares para explicarles de dónde salen los alimentos”. Nos parece una idea excelente: alimentar a las generaciones presentes a la vez que se conciencia a las futuras. “Recogemos la fruta del campo, la transformamos en mermeladas y los residuos orgánicos vuelven a la tierra. El bagazo de la cerveza, por ejemplo, lo que queda de la cocción del mosto, se lo damos a un ganadero del pueblo para sus vacas”. Mari Golosa cuenta con un amplio surtido de productos. “Elaboramos 35 mermeladas. Aprovechábamos el tiempo en coche para imaginar nuevos sabores” nos dijo Mariví. “Tenemos la suerte de que prácticamente todo lo que producimos lo vendemos, estamos contentas” decía David. Y no es para menos, probamos las mermeladas de piña colada, pimiento rojo, manzana con pistachos, mandarina, albaricoque con semillas de sésamo y, por supuesto, la de higos y nueces que acababan de elaborar días antes como dice su eslogan: “mermelada extra artesana elaborada con fruta natural, a fuego lento y mucho amor”.
La historia de Mariví y David es ilusionante y emotiva pero el camino no ha sido fácil. Mariví nos contaba que “en Lechago lo del wifi era una película. Teníamos el ordenador portátil con el pincho y cuando queríamos mandar un correo o revisar pedidos cogíamos el coche. Mandabas el correo cuando llegaba la conexión y te volvías. Las infraestructuras no están, las ayudas no llegan y creo que los políticos no están a la altura. Quienes toman decisiones no tienen ni idea de las dificultades que tenemos: el transporte es más caro y no llega todos los días, las distancias son más largas, etc. Debería de haber gente de a pie como asesores en los gobiernos”. Como ya hemos visto en otros lugares, se utilizan los mismos criterios en las ciudades y en los pueblos, con una visión urbanocéntrica homogénea siendo realidades muy distintas.
También en Rubielos, Meritxell y Javier con sus peques María de 3 años y los mellizos Olivia y Noé de 2, están recuperando una masía en el barrio de Los Arcillares, a unos 12 kilómetros de Fuentes casi en la frontera con Castellón. “Compramos unas ruinas hace 10 años con la intención de reconstruirla, vivir siguiendo los ritmos de la naturaleza y recuperar el espíritu de autoconsumo de la cultura masovera basada en la diversificación”. Meritxell es de Barcelona y Javier de Onda, en Castellón. Cuando proyectaron su vida tuvieron claro que querían que fuera cerca del bosque, construyendo relaciones más allá del consumismo y el éxito económico. “La familia de Mertixell viene de Los Ramones, un barrio de Olba. Conocíamos esta zona y nos gustaba. Empezamos con la idea de vivir en comunidad con otra gente pero no funcionó y optamos por buscar algo para nosotros”, contaba Javier. Encontrar el lugar no fue sencillo “buscábamos algo en un entorno diseminado. Probamos en distintos lugares hasta que dimos con Luis Javier, un vecino de Fuentes que nos ha abierto muchas puertas. Le contamos lo que estábamos buscando e hizo de puente y facilitador para que nos vendieran las ruinas”.
“La gente no entiende que queramos recuperar un estilo de vida que ellos abandonaron”. Han trabajado mucho y duro. Han tenido que instalar 1,5 km de manguera para hacer llegar el agua. Han rehabilitado una parte de una de las casas “cuando llegaron los niños la obra se quedó parada, no podemos llegar a todo”. Al llegar se preguntaron ¿aquí, a qué se dedica la gente en el campo? Y vieron que la trufa, la apicultura y la ganadería son las actividades principales. Empezaron con la apicultura como principal actividad generadora de ingresos e “incorporar animales en casa, gallinas, ovejas y una yegua y un burro”.
Y así surgió Miel los Arcillares. ”Para comercializarla necesitábamos registro sanitario, un local para la extracción y envasado”. Encontraron uno pequeño en el centro de Rubielos y han montado una tiendecita “aprovechamos para vender productos de artesanía local. Esa es la clave y lo que buscamos: diversificar. Nuestra filosofía es ser sostenibles, no crecer sin sentido”. La preciosa tienda la reconoceréis por los girasoles de la puerta. Es un espacio acogedor preparado con mucho mimo. Encontramos mieles de distintos tipos “una parte de las mieles son de otras personas de confianza que envasamos aquí”, además de hidromiel, mermeladas de Mari Golosa, joyería artística y artesana Muchic, macramé de Teresa de Los Lucas, pendientes de Viola de Fuentes y artesanía de cuero de Akrata (Pilar y Domingo).
“No paramos, debe ser así. Hay muchas cosas por hacer. Aquí tienes todo el tiempo del mundo y ni un minuto libre”, reflexionaba Javier. Hace poco han empezado a camperizar un autobús “queremos visitar otros lugares y ya somos unos cuantos, así que nos lanzamos a por un bus de 30 plazas” sus aventuras y desventuras las podéis seguir en su canal de YouTube Kariró Family. Los Arcillares no es el único barrio que recupera su vida tras haber sido despoblado. En otros barrios masoveros de la zona están llegando familias y jóvenes que buscan otro modo de vida, integradas en la naturaleza, con alto nivel de autoconsumo y estableciendo relaciones alejadas de las lógicas del capitalismo. En las Peñas, Torre Batán, las Clochas o el Rodeche están surgiendo proyectos muy interesantes… Nuestro paso por Fuentes nos llevó a una reflexión compartida por las gentes que conocimos: el regalo más importante es el tiempo. Disfruta de más tiempo con las personas más importantes de tu vida.