5 de agosto de 2019, Valle de Valdivielso
Valdivielso: volviendo a las raíces
La Quesería El Carluque es un proyecto común en el que cada persona aporta lo mejor de sus capacidades y habilidades porque la unión hace la fuerza. Si vais a Valdenoceda, cerca del cruce entre la carretera a Logroño y la carretera a Bilbao veréis un precioso edificio de nueva construcción con materiales nobles como piedra y madera, es la quesería. “El Guggenheim de Valdivielso” dicen gentes de la zona, con diseño y dirección de obra de Carmel Gradolí, laureado arquitecto valenciano. La quesería está a puntito de abrir y ofrecerá un variado surtido de productos elaborados con leche de oveja y leche ecológica de cabra de la zona: yogur, queso fresco, queso de untar y varios quesos curados. Ramiro Palacios, maestro quesero, les ha ayudado en su andadura con asesoramiento en las instalaciones y en la viabilidad de la empresa. Todo el proyecto ha sido diseñado con cariño y esmero teniendo en cuenta la eficiencia energética de forma que se aprovechase la orientación, la inercia térmica y las corrientes de aire. Está situado en un lugar estratégico y la belleza y originalidad del edificio seguro que atraerá mucha gente que podrá disfrutar de los manjares que allí se elaboren.
Marta, Gus, Josu, Virginia, Quique y Cristina hace cuatro años que persiguen el sueño de crear una quesería en Valdenoceda, valle de Valdivielso. Se juntaron hace más de cuatro años, “había ganas de hacer un proyecto en el valle, de producir, de crear” nos contaban. Transformar la materia prima en el propio valle permite que el valor añadido del producto se quede en la zona favoreciendo la economía local y fijar población en el territorio. La fuerza e ilusión de este grupo ha sido el motor para que no solo sean promotores de la Quesería El Carluque, sino que además han sido constructores de las instalaciones. Un proceso artesanal desde la construcción. Un proceso que ha estado a punto de pararse.
Gus dejó su trabajo para centrarse en la quesería y Marta pronto se unió a él. Hicieron cálculos de fechas y estimaron que les costaría un año la construcción y algo más de un año resolver todos los trámites burocráticos. Pero no fue así. Se planteó el proyecto, se aprobó y de repente, cuando ya habían empezado las obras, el Ministerio de Fomento empezó con trabas porque estaba al lado de la carretera. Todos estos trámites han durado cuatro años. Gus nos contaba que con los ahorros que tenía ya no podía aguantar mucho más. Esta espera “te ahoga, te asfixia”. Por suerte para Valdivielso y para el mundo, este grupo luchador no se dio por vencido y siguieron persiguiendo su sueño frente a todos los papeleos del mundo. “No pueden con la gente, no pueden con las ilusiones” nos dijo Marta. Pequeños proyectos artesanos como El Carluque son claves para la lucha contra la despoblación del mundo rural que tanto se habla en los medios de comunicación y en la agenda política. Teniendo en cuenta que la densidad de población del valle de Valdivielso es de 2,96 habitantes/km2, apoyar y facilitar proyectos como éste debería ser una prioridad para las administraciones si verdaderamente la despoblación del mundo rural es un tema de vital importancia. Gracias a la perseverancia de estos supervivientes rurales se prevé que la Quesería El Carluque abra sus puertas entre septiembre y octubre de este año. Estaremos atentas para degustar sus productos.
El Valle de Valdivielso es afortunado porque desde hace 3 años un grupo de jóvenes apostaron por ir a vivir al mundo rural y este valle fue su destino elegido. Forman la Cooperativa Sankara, un proyecto que entiende el campo como un lugar donde se puede construir sociedad y cultura basándose en el cooperativismo y el apoyo mutuo. “Creemos fundamental el camino hacia las soberanías en todos los ámbitos posibles de la vida, y trabajamos diariamente para alcanzar este objetivo. La salud, el alimento, la vivienda y la cultura son las principales ramas que estamos desarrollando.” Empezaron produciendo hortalizas ecológicas ya que es la actividad productiva de la tierra que necesita una inversión más baja y la que más rápido puedes obtener trabajos, eso sí, a costa de una enorme carga de trabajo. Vinculado a la producción hortícola se creó un grupo el consumo Movimiento Tierra Viva.
Nuevos y antiguos pobladores del valle trabajan convencidos de que el futuro del valle de Valdivielso pasa por poner en valor los recursos y mantener vivas las actividades productivas del territorio. Carlos, Leandro, Roberto y Ángel Mari son cuatro de los cinco hijos de Inés y Leandro, la quinta generación que sigue con la tradición ganadera de ovejas en Quintana de Valdivielso. Carlos trabajaba con su padre un rebaño de 237 ovejas. Con el tiempo, el resto de hermanos se unió a la empresa familiar y fueron aumentando el rebaño hasta las 1200 cabezas que tienen actualmente. Suman al rebaño algunas cabras para asegurar la alimentación de leche de los corderos en los partos múltiples y mastines para cuidar y vigilar el rebaño de los ataques. Con las incorporaciones de más hermanos, necesitaban dar un nuevo enfoque al negocio: centrarse en una producción de calidad y en generar relaciones de confianza con el consumidor. Leandro nos comentó que esta es la única forma de competir en este mundo globalizado.
Los ejemplares que forman el rebaño de ovejas son especiales y su carne es muy valorada, tienen un gran tamaño y han surgido del cruce de tres razas: merina, churra y castellana. Leandro nos contó que “el valle de Valdivielso tradicionalmente era una zona de paso de los rebaños trashumantes de distintas razas y ese contacto hizo que se cruzaran”. Una de las limitaciones que observaron los hermanos al incorporarse a la actividad ganadera fue que las parideras se concentraban en noviembre-diciembre. Venden los corderos con 25 días con pesos que no superan los 11 kg. Como innovación tienen el rebaño dividido en cuatro parideras distribuidas a lo largo del año. De esta manera, pueden vender corderos en distintas épocas del año beneficiándose de las fluctuaciones del precio de los corderos en el mercado.
Para conseguir una carne de calidad y evitar problemas con los animales, los hermanos Valle nos contaron sus claves: animales sanos y bien alimentados. Aprovechan los recursos que la propia naturaleza les da. Los animales pastan los 365 días del año en los montes que tienen arrendados. Además, cuidan su alimentación proveyéndoles de cebada, avena y forraje (alfalfa y vezas) que cultivan y recogen ellos mismos. De esta forma, consiguen que aproximadamente el 80% de los partos de las ovejas sean múltiples. Muestra de la buena salud de los ejemplares.
Leandro es una persona muy activa que entiende la importancia de un ecosistema en equilibrio. La fauna salvaje a lo largo de la historia, ha convivido en estas tierras con la ganadería. Antes de la entrada de las políticas agrarias europeas, había 14.000 cabezas de ganado en el valle de Valdivielso. Actualmente en el valle los hermanos son los únicos ganaderos de ovino que quedan. Uno de los grandes dilemas para la continuidad de la ganadería extensiva está siendo la existencia del lobo en los mismos territorios. Leandro reflexiona, “Nosotros hemos demostrado que es perfectamente compatible la existencia del lobo con la ganadería extensiva. Ese manejo que me ha forzado a hacer el lobo me ha permitido obtener beneficios económicos. Tengo a mis ovejas vigiladas y controladas en todo momento y por tanto están mejor.” Desde hace unos años Leandro participa activamente en el proyecto Vivir Con Lobos de Ecologistas en Acción. Desde este proyecto afirman que “el lobo está siendo utilizado para no abordar otros problemas más graves del sector, como el injusto reparto de la PAC, los bajos precios de los productos, el cambio climático o la falta de relevo generacional.” Entender en cada territorio cuál es la realidad, crear espacios de encuentro y de debate entre las diferentes partes es esencial para plantear soluciones que permitan mantener un equilibrio en el ecosistema y que las actividades del sector primario puedan seguir siendo sostenibles.
Cuando a Leandro le preguntamos qué es necesario para tener un mundo rural vivo nos dijo claramente “necesitamos que desde las administraciones y desde la sociedad se dignifique este trabajo. Siempre hemos sido los más despreciados, creo que tenemos que cambiar. Y la gente del mundo rural hacerse valer: somos los que estamos produciendo alimentos de calidad, somos los que estamos manteniendo estos espacios y formas de vida.”