16 de agosto de 2019, Itsaso
Haristizabal Baserria: pasado, presente y futuro de amor por la tierra
Xabi y Marilu en la primavera de 1979 decidieron dejar su vida urbana en Donosti e instalarse en el caserío Haristizabal, un baserri del S. XV con una finca de 11 hectáreas de prados, frutales y bosque autóctono. Xabi, estudió empresariales, y el enfoque economicista que le dieron no le convencía. Le hablaban de un modelo de empresa basada en la oferta y la demanda, máximo beneficio con parámetros estrictamente económicos. La rentabilidad de un caserío no puede medirse sólo por el beneficio económico “¿y dónde queda el beneficio social, ambiental o la salud de los consumidores?” se preguntaba Xabi. Marilu, por su parte, buscaba sistemas alternativos de producción. La pareja se conoció hablando en el monte de cooperativas, el cooperativismo y el sistema capitalista. Y así siguen, aunque por el camino han pasado muchas cosas.
Marilu estuvo año y medio viviendo en distintas comunidades en Inglaterra y después volvió a Donosti. Xabi vivía allí, y después de ver varias fincas en el estado, ahí se gestó el proyecto. Nos contaban que llegaron llenos de ilusión a un caserío enorme que necesitaba una buena rehabilitación y mucha energía. Empezaron a vivir ahí desde un primer momento. Su objetivo era vivir de y en el caserío, producir y hacer el caserío rentable. Al principio le dieron a todo: empezaron con la huerta ya que era lo más necesario; con los manzanos que había hacían sidra; y elaboraban su pan Siguieron con las gallinas que ya estaban en el baserri y, al poco, en contacto con el INIA, fueron el primer caserío en aceger a la Euskal Oiloa, raza autóctona de Euskadi. También, a lo largo de los primeros años tuvieron patos, ocas, palomas, ovejas, cabras y una vaca para leche para sus hijos. En su imaginario tenían la idea de que un caserío debía tener de todo. Y todo ello, junto con la reconstrucción del caserío, prácticamente en ruinas. Nunca estuvieron solos para aprender y sacar toda la tarea adelante. Familiares, amigos, visitantes, aprendices, etc. todas las manos eran bienvenidas. Contaron con las mejores maestras: la madre de Xabi fue su maestra en la huerta, y la de Marilu con el pan; el padre de Marilu fue su maestro con la leña, y el de Xabi maestro carpintero.
Xabi nos contaba que “los primeros 10 años sirvieron para enraizarse, era imprescindible aprender de todo, era el título básico que necesitábamos. Y a partir de ahí nos especializamos porque nos dimos cuenta de que éramos rentables ecológica y socialmente, pero no suficientemente a nivel económico y un caserío (una “empresa” muy especial, como lo es una escuela o un hospital, pues debe respetar las leyes naturales antes de las económicas) ha de ser rentable también económicamente”. Se dieron cuenta de que necesitaban otra forma de enfocar la diversificación y especializarse. En el sector primario se quedaron con frutales con casi 1.000 manzanos de más de 30 variedades y una huerta de autoconsumo. En el sector secundario producían pan, moliendo y panificando con trigo, espelta y centeno y trabajando para recuperar trigos antiguos. En el sector terciario comercializaban a través de la venta directa con cestas y grupos de consumo. Y en el cuarto sector de educación y cultura a través del proyecto educativo Baserria: Natur Eskola Bizia. A lo largo de estos años, más de 16.000 personas han pasado por esta aula viva. Y así, sentaron las bases de su caserío moderno. Hace 15 años también incluyeron la producción y venta de electricidad poniendo una instalación de placas fotovoltaicas.
Pero todo esto no eran iniciativas individuales, sino que cada actividad tenía un grupo. “Si existía el grupo nos sumábamos, y si no, impulsábamos su creación” nos contó Marilu. Fueron motor de asociacionismo “Desde que vinimos al caserío nos propusimos hacer todo lo que nos planteábamos en colaboración, siguiendo la tradición del trabajo comunitario, auzolan”. Asociaciones en las que se comparten conocimientos y la base es el apoyo mutuo. Algunas como Biolur de productores y consumidores para promover la agricultura ecológica, Baserriko Ogia para potenciar la cultura del pan y recuperar variedades antiguas de trigo y espelta o Baserria: Natur Eskola Bizia, entre otras. “En el campo, especialmente, la cooperación resulta fundamental y la naturaleza nos lo enseña a cada momento”, asegura Xabi “el caserío es parte de estas asociaciones, las nutre y se nutre de ellas”.
Hace 5 años Marilu y Xabi decidieron dar el relevo después de toda una vida dedicada a Haristizabal Baserria. “Ya no tenemos fuerzas para seguir con todas las actividades, no queríamos envejecer aquí y que el caserío también envejeciera”. Y el relevo llegó, Itxaso y Eneko, madre e hijo. Todo empezó cuando Itxaso y su marido Kepa se quedaron unos días a cargo del baserri mientras Xabi y Marilu estaban de vacaciones. Eneko, su hijo, fue a visitarlos. Mientras esperaba, se sentó a la sombra de los manzanos, respiró, miró hacia arriba y pensó “pues aquí, yo podría vivir muy a gusto siendo baserritarra”. Volvió a su rutina, pero la idea no se le iba de la cabeza. Lo comentó con su familia que lo miraban perplejos y pensaban que se olvidaría de todo esto. Pero lejos de esto, Eneko se encontró a Marilu por la calle y se ofreció como aprendiz en Haristizabal. Itxaso, su madre, entendió que el deseo de su hijo no era tan descabellado y que a ella también le apetecía. Así que se ofrecieron a Xabi y Marilu para ser el preciado relevo de Haristizabal baserria. Mucho es lo que están aprendiendo y mucho lo que les queda por aprender. Resta que, entre todos, la asociación Lurzaindia se instale en Euskadi Sur, se haga con la propiedad del caserío y lo ponga a disposición de esta familia tal y como lo están ahora.
A día de hoy Eneko e Itxaso llevan a cabo el trabajo de unos 900 manzanos, de 30 variedades distintas que proveen de manzanas diversas desde finales de junio hasta noviembre. También perales, kiwis, ciruelas, kaquis y melocotoneros y tienen 10 ponis para desbrozar. Todo el baserri sigue certificado en ecológico. Itxaso, al igual que muchas de las panaderas ecológicas, ha aprendido de Xabi y Marilu su trabajo, cariño y pasión por el pan. Itxaso continuará participando en el grupo de panaderas ecológicas de Guipuzkoa y en los encuentros anuales. En ellos, dedican una jornada para amasar, preparar y hornear el pan conjuntamente utilizando distintos tipos de trigo y así poder valorar sus características: sabor, forma de trabajar y aspecto. Esto es fundamental para establecer vínculos directos con los productores antes de hacer el pedido conjunto. Un cereal de calidad que ofrezca las características necesarias es la materia prima imprescindible para un buen pan y eso bien lo saben este grupo de panaderas. Por eso, para ellas, lo más importante es apoyar y cuidar la producción. El criterio por el que se rigen es la calidad, y por respeto al trabajo de quien cultiva, el precio nunca se regatea.
Eneko e Itxaso saben que tienen un largo camino por recorrer, pero las dificultades nunca han sido una barrera para ellas, sino un motor para continuar. Muchos son los apoyos que les rodean, como Kepa, el padre de la familia, que cada día después de trabajar sube a Haristizabal para poner sus manos y su corazón en la nueva aventura de la familia. Estos días coincidimos con Elur y Joseba, sus primos de Altsasu que, desbrozadora en mano, estuvieron ayudando. Un placer compartir sidra, risas y saberes con el baserri Haristizabal que abrió para nosotras sus puertas de par en par.
Y la gente les dice que volver a un baserri no es de sentido común. Y Eneko con su sonrisa y buen hacer le dice a Itxaso, “claro que no madre, nosotros no tenemos sentido común, tenemos sentido del amor y de la vida.” Como el sentido que les empujó a Xabi y Marilu a levantar Haristizabal baserria con centenares de corazones que los han acompañado en esta apuesta por la agricultura ecológica, el asociacionismo, la educación, la amistad y el respeto y amor a la naturaleza. Increíble la experiencia de conoceros a todas.