10 de septiembre de 2019, Aineto
Cervezas Borda: arriesgar para innovar y disfrutar
La vida se construye de casualidades, eso lo tiene clarísimo Felipe, que junto a Menchu son el alma de Cervezas Borda. “Para mí, el cambio es algo necesario en la vida. Hay momentos en los que la vida te propone el cambio y has de aceptarlo para seguir creciendo y aprendiendo”, nos decía Menchu. Y así ha sido. Tanto dejar espacio a las casualidades como lanzarse a la aventura del cambio ha ido forjando la vida, los sueños y los proyectos de esta bonita pareja.
Felipe, estudió agrónomos, porque le “tocaba” hacer algo serio. Siempre le había gustado el campo, especialmente la geología y trastear con máquinas y construir ingenios, pero en realidad la carrera de ingeniería técnica agrícola centrada en el productivismo intensivo no le acababa de encajar. Un día su hermana le habló de la PAI, un proyecto de animación infantil. Los conoció, le encantaron y así descubrió que con ellos podía dar rienda suelta a su creatividad. Estuvo trabajando una buena temporada a su lado hasta que, en una visita a Aineto, conoció a Trapalanda, una compañía de títeres. Felipe estaba interesado en empezar a trabajar con títeres y Trapalanda estaban buscando a alguien que supiese de animación infantil, así que, sin pensárselo dos veces, se trasladó a vivir a Aineto. Allí hacía un poco de todo, construir títeres, crear espectáculos, actuar, dinamizar, gestionar… Y, sobre todo, adaptarse a su nueva vida en un pequeño pueblo del Pirineo oscense. Trapalanda acabó su periplo, y Felipe creó su propio proyecto de animación infantil Aibaibai. Él disfrutaba muchísimo y los peques también: ¡desde la construcción de títeres hasta inventar cuentos conjuntamente! Sus espectáculos y actividades eran una caja de sorpresas. Llegaron momentos de difícil coyuntura económica, entorno al 2008, y era necesario pensar en una alternativa. A Felipe siempre le ha gustado trastear y experimentar. Empezó a elaborar cerveza casera como afición con otro chico del pueblo y, poco a poco, fue aumentando las cantidades. Daba a probar a amigos y familia y a todos les encantaba ¿Podía ser esta la nueva actividad económica que estaba buscando?
Menchu, trabajadora social de formación, comenzó su vida laboral con trabajos de dinamización sociocultural en la zona de Caspe. Después de un tiempo, cambió su lugar de residencia y su trabajo, cambió su vida. Pasó a vivir en Zaragoza y durante años estuvo trabajando en el centro Alba de Zaragoza para la prevención de VIH. Llegó, otra vez, el momento de transformarse: cambiar de actividad, aprender cosas nuevas… Y así lo hizo. Con 46 años dejó el trabajo y se puso a estudiar cocina (algo que siempre le había apasionado). Estuvo trabajando en distintos restaurantes y colectividades, trabajo no le faltaba. Hasta que conoció a Felipe. Un nuevo cambio, una nueva aventura, una nueva vida se avecinaba.
Y fruto de estas dos personas, de la casualidad y de acoger los cambios con ilusión emergió, en 2016, Cervezas Borda, artesanas y ecológicas. Cervezas elaboradas con agua de excepcional calidad del Pirineo aragonés e ingredientes ecológicos, respetando la proximidad. La microcervecería la construyeron en una borda (un edificio que antiguamente se usaba para guardar el ganado), manteniendo su estructura y el tejado de losa, aunque tuvieron que desmontarlo entero para cambiar sus vigas de madera. Como nos contaba Felipe “nosotros nos empeñamos en poner la fábrica de cerveza en el pueblo donde vivimos. La administración nos hubiera dado muchas más facilidades si hubiéramos puesto la fábrica en un polígono industrial de Sabiñánigo o en Aínsa, pero entonces nos pasaríamos el día en la carretera”. Está claro que apostar por montar la cervecería en el pueblo ha revertido en generar riqueza ahí mismo. “Cuando hemos tenido que hacer trabajos, por supuesto, por lógica llamamos a nuestros vecinos, carpinteros y albañiles, para hacer las obras. Y el hecho de que ahora en el pueblo haya una cervecería también atrae a gente al pueblo para conocernos y conocer el entorno, es una manera de generar movimiento en el pueblo. Además, es una forma de asentar población en el territorio y luchar contra la España vaciada de la que tanto se ha hablado en los últimos tiempos”, nos contaba Menchu.
Reacondicionar la borda para obtener los permisos de la microcervecería no fue una tarea sencilla, no por la obra en sí, sino, una vez más, por la falta de visión para comprender que los pequeños proyectos de transformación artesana nada tienen que ver con el modelo industrial de las grandes cervecerías. Menchu y Felipe nos contaban que desde que iniciaron el proceso hasta su finalización nunca acabaron de saber cuál era el siguiente paso. Echaron en falta algún tipo de manual de apoyo adaptado a instalaciones de pequeño formato y artesanas, que explicara de manera clara los pasos necesarios, a qué oficina, departamento era necesario presentar en cada momento la documentación. Algo que hubiera sido de enorme utilidad para los solicitantes y para los funcionarios. En los últimos años han aparecido algunos Manuales de Obradores Compartidos que facilitan el montaje y puesta en marcha de este tipo de instalaciones.
Pese a estas dificultades, Cervezas Borda vio la luz, y actualmente es la única cerveza artesana y ecológica en Aragón. Porque, eso sí, cuando pensaron en hacer cerveza tenían claro que “íbamos a hacerla en ecológico, de manera artesana y natural, utilizando el agua de manantial que tenemos en Aineto y sin echarle ningún producto para cambiar su composición”. Y esa es una de las características que más nos gusta de Cervezas Borda: cuidan sus materias primas y se preocupan de que sean lo más próximas posibles. El lúpulo lo traen de Gerona y la malta han empezado a comprarla a Grannaria, una maltería de León. Es importante que los pequeños proyectos se apoyen entre ellos. Como ya vimos en Cervezas Asgaya en Asturias, cada vez hay más cervecerías artesanas y los productores de materia prima empiezan a diversificar y adaptar su oferta también para esas iniciativas. Una muy buena noticia que indica que el sector de la cerveza artesana ha llegado con fuerza y cada vez ofrece más calidad.
Calidad es lo que nos ofrecen en cervezas Borda, a nosotras nos encantan y por eso desde el principio de la ruta queríamos ir a visitarlos y conocer la microcervecería. Con 7 tipos diferentes de cervezas, desde las más suaves y refrescantes (con limón natural, con jengibre) pasando por la cerveza negra tipo stout, muy cuidada y especialidad de la casa, hasta una rubia suavecita o las variedades IPA, tostada, roja o de trigo. Cada una pensada y elaborada con mimo y cariño por Felipe, utilizando mezcla de maltas con distinto grado de tostado y diferentes lúpulos, con recetas que con pasión y entrega elabora para satisfacer los gustos de sus clientes. La Roya es de un color rojizo y tostada, con sabor fuerte; la Fusca es más oscura y cremosa, con toques de café y mucho cuerpo. Si se prefieren cervezas suaves, tenemos la Jengiber con un sabor diferente, rubia y más refrescante, la Badina, un poco más suave o la Lemon Borda, ¡con limón de verdad! Para los amantes de la cerveza IPA, cerveza Borda Ripa es perfecta, una cerveza rubia más amarga; y si lo que nos gusta es la cerveza de trigo, la Trigo Duro es de un sabor más afrutado y una textura cremosa. Cervezas Borda deliciosas que se adaptan a todos los gustos como bien sabe Carmen.
Una cocinera con larga trayectoria y un cervecero con exquisito paladar hacen una combinación perfecta. No solo se dedican a elaborar estas siete variedades de cerveza artesana, sino que además realizan catas y maridajes que consiguen potenciar el sabor del alimento y de la cerveza a partes iguales. Menchu, con dedicación y cariño, elige cómo maridar los distintos tipos de cerveza con los alimentos y productos más adecuados para obtener el mayor número de armonías posible. Menchu y Felipe nos contaron que para conseguir un buen maridaje no ha de sobresalir el sabor de la comida ni el de la bebida el uno sobre el otro y ha de buscarse un equilibrio entre los aromas y los sabores. Y es que, algo característico de la cerveza artesana, es que tiene muchos matices en sus aromas. Menchu nos decía que ella, a día de hoy, no puede beberse una cerveza industrial. “Es que la industrial no sabe a lo que tiene que saber. La muestra está en que la cerveza artesana has de beberla no muy fría para poder apreciar todos los olores y sabores y que no pierda sus propiedades organolépticas. Y, sin embargo, la cerveza industrial solo la puedes beber fría. A nadie se le ocurre coger una cerveza industrial y bebérsela caliente porque está malísima”. Cervezas Borda, cerveza que se elabora en un pueblo muy especial, en Aineto.
Aineto es un pequeño pueblo, en el que actualmente viven poco más de 40 habitantes, pero no siempre ha sido así. Nuevos pobladores llegaron a principio de los años 1980 con el deseo de vivir más en contacto con la naturaleza y de acuerdo con principios de vida comunitaria. Aineto, como tantos pueblos del Pirineo sufrió la presión de las repoblaciones de pinos en los años 1960. Hasta ese momento, este pueblo funcionaba con economías de subsistencia vinculadas a la producción agrícola y ganadera. La mayor parte de los habitantes trabajaban las tierras y ofrecían sus servicios a la familia más pudiente del pueblo. Cuando esta familia decidió vender sus tierras al estado, el resto de sus moradores que ya no pudieron seguir con las actividades que tradicionalmente llevaban a cabo, se vieron forzados a abandonar el pueblo y trasladarse a las ciudades para trabajar en la industria.
Hablamos con Ana, una de las primeras pobladoras de la nueva etapa de Aineto. Salió de Madrid junto a su hermana y sus parejas huyendo de una ciudad inhumana y desnaturalizada. Buscaban el contacto con la naturaleza, la vida sencilla y volver a los valores tradicionales. Tras un año en una casa en Lasaosa, también en el valle de la Guarguera, que restauraron con mucho trabajo e ilusión, se vieron forzadas a abandonarla. Habían oído que otras parejas habían llegado a Aineto y que estaba abierto a nuevos pobladores así que se fueron a investigar. Al llegar sintieron que este era su lugar y empezaron a trabajar en comunidad para reconstruir y acondicionar alguna de las casas del pueblo. Mucho trabajo, condiciones difíciles que no les echaron para atrás: sin pista asfaltada, sin agua ni electricidad, jóvenes y con ilusión para construir nuevas alternativas y nuevos mundos. Al poco tiempo otras familias se fueron uniendo y en 1987 consiguieron el acuerdo con el gobierno de Aragón para la cesión del pueblo durante 5 años. La cesión se hizo a la asociación Artiborain: constituida por los tres pueblos que estaban en la misma zona y situaciones parecidas: Aineto, Ibot y Artosilla. Desde entonces, periódicamente han de renovar la cesión con la DGA que es la propietaria de los pueblos y las tierras.
Aineto pertenece al municipio de Sabiñánigo y tiene pedanía propia. Las decisiones se toman en asamblea entre todos sus habitantes y es la encargada de asignar vivienda a las nuevas personas que llegan a Aineto. Y es que las viviendas y las tierras no tienen propiedad privada, se pueden utilizar y arreglar mientras uno vive en el pueblo, pero no son suyas. Además, desde hace años, los cultivos que se realizan en Aineto son ecológicos.
Dar vida a pueblos abandonados, a casas que no se utilizan, es una de las pocas alternativas para afrontar la despoblación. En los núcleos rurales el acceso a tierra y vivienda está muy complicado. Es algo que hemos visto en todos los territorios recorridos. Y, en general, la gente sigue migrando del campo a la ciudad e incluso las ciudades más pequeñas están reduciendo su población para favorecer el macrocrecimiento de las grandes urbes. El ejemplo está claro, Aragón, la comunidad española con menor densidad (13,97 habitantes por kilómetro cuadrado) excluidas las capitales, está viendo como sus pueblos pierden vida. Con la mitad de la población aglutinada en la capital creemos que es vital que se despenalice la rehabilitación de pueblos abandonados. Ejemplos como Fraguas, con cuyos repobladores coincidimos en Asturias, nos indignan y avergüenzan por partes iguales. Este pueblo se abandonó en los años 60, desde el Estado se ordenó su demolición para replantar pinos. Después se convirtió en zona de prácticas militares. Fraguas se empezó a rehabilitar en 2013 y varios pobladores se asentaron allí. A día de hoy, una sentencia obliga a demoler el pueblo. Fraguas resiste, Fraguas revive ¡no a la demolición de Fraguas!
Salimos de Aineto con el corazón contento y buen gusto en el paladar. Aineto sigue vivo y no solo eso, sino que nuevos proyectos sostenibles se abren para asentar población en el territorio. Porque Aineto y Cervezas Borda son ante todo el resultado de la ilusión y perseverancia de sus creadores, que nos demuestran día a día que en pequeños pueblos se cocinan grandes cosas.
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