Con la llegada a Euskadi estamos empezando a entender su organización por valles en los que hay municipios, y en cada municipio, pequeños barrios. Y entre valle y valle, los puertos con los que con fuerza se ha entrenado la comunidad ciclista en Euskadi. De esta comunidad forma parte MTB Andreak club femenino de ciclismo en Bizkaia en el que “soñar, sentir, vivir experiencias y compartirlas es uno de los objetivos claves”. Su verdadero reto es fomentar el deporte femenino, en donde cada una pueda aportar su granito de arena. Con Gema, Montse y Esther, a relevos, estuvimos pedaleando desde Sodupe a Zeberio. ¡Qué placer rodar con mujeres ciclistas, compañeras, amigas, que nos apoyan y acompañan en esta aventura!
Llegamos a Zeberio en la comarca de Arratia-Nerbioi, la Euskal Herria profunda, para conocer Maskilu Konsertbak: conservas por la Soberanía Alimentaria. Esta iniciativa nace del proyecto Nekazalgunea, una apuesta del ayuntamiento de Zeberio por impulsar el sector primario en la zona. Con ella se querían abordar varias problemáticas que se encuentran en el mundo rural: el acceso a la tierra con la creación de un banco de tierras, a la vivienda alquilando viviendas sociales, y la puesta en valor de los productos locales a través de un obrador para la transformación. Así, desde el municipio se cedió el espacio para la creación de una conservera colectiva donde se elaboran conservas de frutas, verduras y setas de temporada de forma artesanal, de alta calidad y con registro sanitario. Maskilu Konsertbak está integrada por trece socios que “recuperan y dignifican los conocimientos de los caseríos de la zona sobre la conservación de alimentos, e innovan con recetas y conservas creativas.” Cualquier persona puede embotar sus verduras y frutas de temporada durante todo el año, que provengan de huertas de autoconsumo, comunitarias y/o u otras productoras de la zona.
Son pocos los obradores de este tamaño y difícil encontrar la maquinaria que se adapte a las instalaciones más pequeñas. Esto ya lo vimos en el obrador de Kikiricoop. Tras una larga búsqueda consiguieron la maquinaria que necesitaban. Acostumbrados como estaban en el mundo campesino al intercambio de saberes y conocimientos, quedaron muy sorprendidos por lo difícil que fue obtener información sobre los procesos industriales de transformación. Rafa de Huerta Molinillo también lo reflexionó “Frente a las dinámicas de privatización del conocimiento en el sistema neoliberal, las experiencias campesinas se basan en compartir saberes y semillas.” Por eso en Maskilu Konsertbak tienen siempre sus puertas abiertas para recibir a todas aquellas iniciativas o personas que se lanzan a la aventura de poner en marcha un pequeño obrador. En Maskilu Konsertbak lo tienen claro “Queremos potenciar la agroecología progresivamente, a la vez que lo local, apostando por la agricultura campesina frente a un modelo agroindustrial.”
Iniciativas colectivas como Maskilu Konsertbak no salen de la nada, y es que el valle de Arratia-Nerbioi se mueve. Y se mueve en clave de agroecología y solidaridad. Una serie de productores de la zona se dieron cuenta de que cada uno funcionaba por separado. Para incidir en la soberanía alimentaria y favorecer el cambio hacia la agroecología en su territorio era necesario juntarse. Así surgió la Agroasamblada IGITIE. Se reúnen una vez al mes para apoyarse y estar coordinadas. Comparten y afrontan las dificultades que se van encontrando para vivir dignamente del campo y de la producción artesanal. Esta agroasamblada es pieza clave en la difusión y sensibilización en el territorio sobre la importancia de la producción agroecológica de alimentos sanos, justos y sostenibles que se muestra como alternativa al sistema agroindustrial. Nos encontramos con algunas de las integrantes de la agroasamblada con las que compartimos sus inquietudes y deseos y nos ilusionamos con la fuerza y potencial de este grupo. Su objetivo es “reconocer que estamos haciendo algo que tiene mucho valor y poner en el lugar que se merece la vida del campesinado”.
Uno de los integrantes es Geert, belga de origen y arratiano de vocación. Él ha puesto en marcha el vivero de árboles autóctonos Artadi, que significa encina en euskera. Geert nos contó que “aquí apenas existen bosques comunales porque están en manos privadas.” Estos montes se utilizan para cultivar pino Monterrey o pino de California que se utiliza principalmente en la industria maderera y papelera. Esta industria forestal tiene un enorme impacto ambiental. Por un lado, se homogenizan los bosques y montes eliminando del paisaje las variedades autóctonas y, por otro lado, los trabajos de extracción de la madera en el monte dejan el terreno muy erosionado. Además, en los últimos años la aparición de tres especies de hongos está causando enfermedades a los pinos y el cambio climático ha favorecido su propagación y está afectando gravemente a los bosques en Euskadi. La industria forestal está en alerta buscando soluciones. Una de las soluciones que se está llevando a cabo es la plantación de eucaliptos en los lugares donde había pinos. Después de ver los resultados que se han obtenido en otros territorios como Asturias o Galicia, también se llena de eucaliptos Euskadi aunque sabemos que ese no es un buen camino. Apostar por la implantación progresiva de especies nobles de crecimiento lento y autóctonas, como el castaño, roble, haya y cerezo, que generan un mayor valor añadido y riqueza a medio y largo plazo, es lo que dicta el sentido común. Geert en su vivero se encarga de recolectar las semillas y cultivar estas especies autóctonas entre muchas otras que permiten la recuperación medioambiental. Como nos contaba Geert en esta zona hay una gran variedad de especies que pueden proliferar en sus bosques ya que se encuentra en una zona de mucha mezcla y ecosistemas con influencia tanto atlántica como continental. Parece que desde la administración autonómica centran sus esfuerzos en buscar una solución a la plaga… pero ¿el problema no estará en que en los bosques sólo hay pinos que vienen de lugares lejanos?
Qué hipócrita que las laderas de los valles estén cubiertas de pinos que llegaron de California y en cambio la entrada de personas es ilegal. Europa expolia recursos de determinados países, los empobrece y cuando su población migra en busca de opciones de vida digna nuestras fronteras están cerradas para ellas. Es responsabilidad de la ciudadanía europea reivindicar una acogida digna para estas personas. Un ejemplo de ello lo encontramos en este valle. Red Artea trabaja en colaboración con Ongi Etorri Errefuxiatuak proveyendo de hogar, red y alternativas laborales a personas migrantes. Mikel reflexionaba “están desposeyendo de tierras a los países del sur, y aquí aunque fuera simbólico, queríamos hacer lo contrario”. Así nació la Red Artea que se define como una red de gente, casas comunitarias y cooperativas: “desobedecemos al sistema y obedecemos a los derechos humanos”.
En la plaza del pueblo de Artea está la Herriko Benta, un espacio de confluencia de soberanía alimentaria, feminismo y apoyo a migrantes en el que se recupera la figura de bar-tienda de toda la vida con productos locales, artesanos y ecológicos. Un lugar de 0 machismo y 0 racismo donde se apuesta por limitar la codicia. Sus mantras son tres: cadena de afectos, solidaridad recíproca y confianza. El último proyecto puesto en marcha por la Red Artea es una huerta de casi 6 hectáreas de producción de hortícolas en ecológico. Malu nos contó que era una oportunidad que no podían dejar pasar para ofrecer una alternativa laboral a las personas migrantes cultivando alimentos sanos, justos y sostenibles, recuperando espacios de soberanía alimentaria y solidaridad. Malu es una mujer luz, de esas que creen y crean nuevos caminos para la justicia social. Hija de familia baserritarra volvió a su pueblo Areatza tras unos años en Latinoamérica con una nueva visión del significado de trabajar en y con la tierra y decidida a hacerse cargo de la ganadería familiar. Para comercializar la carne, abrió una carnicería en Zeanuri que después se convirtió en Herriko Benta y restaurante con productos de la familia y la zona: el Txoko Sagarna. Además, recuperó el molino y empezó a hornear pan. Una mujer creadora que nos recordó a las compañeras de El Colletero en Nalda, muy implicada en la Red Artea vio desde un principio que su tierra podía ser un lugar para acoger a las personas migrantes.
Mujeres valientes y decididas a poner la vida en el centro. Decididas a mostrar que el feminismo puede y debe aportar nuevas visiones a la agroecología. Desde hace varios años está funcionando el grupo Etxaldeko Emakumeak, un grupo de mujeres baserritarras, mujeres rurales y ligadas a la agroecología que quieren contagiar de soberanía alimentaria al feminismo. En nuestra visita conocimos a Malu, Sonia, Idoia y Mar mujeres que se definen como agroecofeministas. Nos contaban la importancia de encontrarse, compartir y apoyarse, con trabajos comunitarios (auzolan). Su propuesta es flexible, entendiendo y adaptándose a las distintas realidades y tiempos de los que disponen. Acogen las circunstancias vitales de cada una poniendo la vida y a las personas en el centro. Y en estos encuentros reflexionan, debaten y construyen identidad, recogiendo este valioso material que nutrirá de nuevas narrativas a la agroecología y el feminismo.
En nuestra visita a Arratia no pudimos tener mejor acompañamiento. Mar nos abrió las puertas de su casa y facilitó en todo momento que pudiéramos conocer el movimiento del valle. Porque como hablamos con Mar en las deliciosas sobremesas que compartimos, conocernos, ponernos cara, saber qué hacen en otros territorios es fundamental para que vayan creciendo esas redes indispensables para construir alternativas reales frente al modelo neoliberal en el que nos encontramos. Construir nuevas formas de relacionarnos y colaborar en la que el respeto y el bien común hagan de faro. Mar hace tiempo que trabaja y ha puesto su energía en ello. Con su fuerza y cariño deja claro que otras formas de vivir, relacionarnos y construir son posibles. Gracias Mar.