14 de julio de 2021, Bañón
La fuerza de las mujeres rurales
Salir a pedalear nos reconforta, nos renueva y nos llena de energía. Lo necesitamos, sin duda, y el pedaleo de este miércoles nos sentó de fábula. Hicimos una ruta circular desde las parameras de Blancas (espacio protegido red Natura 2000) hasta Bañón (pasando por la ribera del Jiloca) para llegar a conocer a Pilar Edo. La comarca del Jiloca nos está regalando hermosos parajes con campos de cereal, horizontes infinitos y espectaculares paisajes con la laguna de Gallocanta al fondo. Estamos en época de cosecha, momento decisivo y de estrés para quienes se dedican al cereal. Nunca sabes cómo va a ser el día, dependen de las enormes máquinas que cosechan: engrasar rodamientos, cambiar correas, averías en el peine y en corte, que se llene la tolva e ir a acarrear. Trabajo no falta.
Eso nos ocurrió con Marcos Garcés, productor de cereal ecológico, cooperativista de Cereales Teruel y muy activo en diversos e interesantes proyectos. Nos quedamos con ganas de poder conocerlo, seguro que otra ocasión se nos ofrecerá en el camino. A quien sí tuvimos la suerte de conocer fue a Pilar Edo, también cooperativista en Cereales Teruel y una de las pocas mujeres que está al frente de una empresa familiar de cereales y ganadería extensiva. La historia de Pilar, como no puede ser de otra forma, es referente e inspiración para nosotras. Es arqueóloga, tras terminar la carrera, estuvo trabajando 10 años entre Zaragoza, Pamplona y otros territorios. Con el boom de la construcción los estudios arqueológicos eran necesarios para el seguimiento de solares y carreteras. También estuvo participando en excavaciones históricas. Uno de los trabajos que Pilar recuerda con más cariño fue en Botorrita, Zaragoza, en el yacimiento de Contrebia Belaiska, una importante ciudad celtibérica.
En 2008, flojeaba el trabajo “me voy al pueblo, que es donde quiero estar. Con una mano delante y otra detrás, pero yo quiero estar en Bañón”, recordaba Pilar. Lo primero fue arreglar la casa de la abuela, donde se instaló. Hacía años que era socia del Centro de Estudios del Jiloca, una asociación cultural que lleva más de dos décadas trabajando muy activamente en la difusión y promoción de la ciencia y la acción cultural, la protección del patrimonio histórico y el estudio y defensa de costumbres y tradiciones. Esta asociación tiene más de 1.000 personas socias que mantienen las publicaciones periódicas con fondos propios. Contrataron a Pilar para realizar un inventario y catalogación de hábitat disperso, las antiguas masadas y ventas en el valle del Jiloca. En este estudio incluyeron también parte del patrimonio inmaterial recogido como tradición oral. Estuvo vinculada laboralmente al Centro de Estudios hasta 2014, y hoy en día sigue colaborando, de hecho, es la secretaria de la Asociación.
Ese 2014 marcó un momento decisivo en la vida de Pilar y su familia. Su hermano, quien estaba al frente de la empresa familiar, falleció repentinamente. Fueron momentos dolorosos. Pilar decidió con fortaleza y firmeza ponerse al frente de las más de 200 hectáreas de cereal y la ganadería de ovino de la familia. En esos momentos no podía pensar en hacer en otra cosa, no podía dejar que todo el trabajo de sus ancestros desapareciera. “Fue un refugio, así no me paraba a pensar en todo lo que había pasado. De alguna forma quería escabullirme del duelo y a la vez coger fuerzas”. Pilar nos contaba que a ella siempre la novedad y el reto la han estimulado mucho. “Saber que eres una persona que has estado fuera, vuelves, y de repente el sector primario es una oportunidad laboral”. La gente no se creía que una mujer se pudiera dedicar a eso “¿una mujer subida al tractor labrando, sembrando…?” le decían en el pueblo. “Para una mujer quizá hay cosas que son más difíciles, porque tenemos menos fuerza física, pero se puede suplir de otras maneras. A veces me tienen que ayudar, y así se genera entre ellos un compañerismo que de otra forma no tenían. En ningún momento me he visto sola”. Nos contaba que siempre ha creído que podía y debía probar a pedir ayuda.
Los primeros años todo era prueba y error. “Igual soy demasiado lanzada, un poco loca”, pensaba Pilar, “saldría mejor o peor, pero el punto de la ilusión es el que me movía”. El primer año recordaba que al sembrar no sabía si saldría o no y “lloraba al ver nacer la cebada”. Y es que era su primera experiencia como agricultora. “Siempre me había gustado el campo y le decía a mi hermano de probar esto y aquello, pero nunca me había puesto a ello”. Sus amigos la han ayudado mucho y siempre han estado ahí pendientes con las labores del campo y con la maquinaria. Y es que, para dedicarse a la agricultura, nos decía, “has de saber de todo: mecánica, soldadura, comercialización, manejo del campo etc.” Pilar cuenta con una red sólida de gente que la apoya, la respalda y la admira. Nosotras mismas lo hemos podido comprobar, es conocida y querida por el Jiloca, de sus años con el Centro de Estudios moviéndose y llevando cultura a todos los rincones de la comarca. “Vais a ver a Pilar, ¡ay que maja es esa chica!”.
Aparte de los campos de cereal, también lleva un rebaño de 200 ovejas de raza rasa aragonesa. Su padre es el que pastorea diariamente. La rasa no puede estar estabulada, tienen que ramonear el campo porque si no les faltan nutrientes esenciales para estar sanas. Antes tenían más de 400 cabezas, pero al entrar Pilar redujeron el rebaño a la mitad. Plantan trigo, centeno, cebada, triticale y avena. La avena es semilla de la casa, que lleva con ellos muchas generaciones. Apostar por variedades locales, adaptadas a las condiciones de cada territorio, reduce sin duda los problemas asociados a su cultivo, favorece la biodiversidad cultivada y permite a quienes cultivan no depender de las grandes empresas de semillas. Toda la avena que cultivan está destinada a la alimentación del ganado, así como una parte del trigo y de la cebada y por supuesto, la paja. El resto lo vende a la cooperativa. Formar parte de la cooperativa da seguridad y comodidad a quien produce “llegas, descargas y no te tienes que preocupar de atropar. Ellos se encargan de todo”.
La maquinaria que se utiliza para el cultivo del cereal es impresionante. Son enormes, y ver a Pilar subida al tractor con la bañera llena de trigo preparada para descargar en el almacén no tiene igual. La acompañamos a cosechar sus campos de El Portillejo y nos decía, “estos son los peores trigos que tengo, pero no voy a dejar de cultivarlos porque eran de mis abuelos. Por el apego que tengo a mi tierra, a mi pueblo, a eso que tantas generaciones han luchado”.
Sobre el futuro en los pueblos “pues depende de cómo se levanta una” reía Pilar, porque hay luces y sombras. “Lo que me marca la realidad es que hay mucha gente mayor, que se va yendo y que vivir únicamente del sector primario cada vez es más difícil, por las políticas agrarias, por la globalización y los mercados. Lo que no puede ser es que no nos paguen por nuestros productos lo que vale producirlos más un pequeño margen que nos permita llevar una vida digna. Y si no cambia, y esto no ha cambiado en la última PAC, tengo incertidumbre para saber hacia dónde dirijo la explotación”.
“Hay veces que no lo veo negro, porque siempre pienso que va a haber gente que se incorpore y siga con la agricultura de la familia. Sí que hay gente que quiere venir a vivir a los pueblos, pero comprar o alquilar una casa es muy difícil y hablando de tierras es prácticamente imposible. Las incorporaciones de jóvenes son complicadas si no tienes detrás una explotación familiar con la que continuar. Si has de empezar de cero es prácticamente inviable”.
Pilar reflexionaba sobre el futuro, sobre que seguramente en los próximos años empezará a haber cambios. Son necesarias pequeñas iniciativas “y sobre todo proyectos que impliquen a la población, una cadena de servicios, una economía que revirtiera en la gente de pueblo. Esto está empezando a pasar, surgen pequeñas iniciativas, pero al final no son conocidas por el resto de la población y no prosperan. Y la otra alternativa en la zona son los macroproyectos, la energía solar, el macromatadero de Calamocha, parece que es el futuro que los políticos ven para nuestros pueblos. Pero es preferible que hubiera pequeñas cosas en todos los pueblos que un gran proyecto en el pueblo grande”.
Pilar tiene muchas cosas en la cabeza, aunque no sabe para dónde va a tirar “pero lo que sí tengo claro es que me quiero quedar aquí y que espero que las cosas poco a poco vayan cambiando y vayamos consiguiendo lo que realmente queremos para nuestros pueblos. Que no sólo queremos que sea un sitio de descanso y de paz y que venga la gente de vacaciones, sino que esos segundos residentes y sus hijos también se implicaran y se le fuera dando poco a poco vida a estos pueblos. Porque la poca gente joven que hay tiene ganas, ha apostado por ello.” Pilar es un ejemplo vivo de fuerza, tesón y valentía. Gran inspiración para nuestras próximas pedaladas.
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