Esto es un físico, un ingeniero forestal, un agrónomo, un agricultor de los Monegros, una técnica agrícola enamorada de las plantas medicinales y un empresario del mármol amante de los caballos que un día decidieron montar una cooperativa para producir hortícolas en ecológico. Podría ser el inicio de una novela de García Márquez, pero no lo es. Es en realidad la primera cooperativa de productores ecológicos en Aragón: Cooperativa La Sazón. Pero antes hay mucha historia…
Alberto nació y se crió en Zaragoza, hijo de profesores, ya de muy joven participaba en el huerto del Instituto en el que daban clase sus padres. Desde siempre la naturaleza y el monte le han atraído. Con 17 años se montó en su bici y con otros cinco amigos se fueron con el Canfranero hasta Pirineos para subir hasta la selva de Oza y Sabiñánigo. El primero de tantos viajes en bici que le han llenado el espíritu. Cuando le tocó decidir qué quería estudiar empezó por técnico agrícola, completó con Forestales en Córdoba. Allí, en Córdoba, terminó haciendo las prácticas del Máster en Agroecología, en la Cooperativa La Verde de Cádiz, finca y proyecto pionero y referente en agroecología en la península. Esta finca surgió de un grupo de jornaleros y jornaleras que tras las luchas y reivindicaciones por la mejora de las condiciones de trabajo del colectivo jornalero decidieron en 1986 montar una cooperativa de producción ecológica que hoy todavía está en marcha: cultivan 14 hectáreas de huerta y frutales y controlan sus semillas con un banco de semillas autóctonas que utilizan para producir la gran mayoría de su producto que comercializan de manera directa. Con esta experiencia y aprendizajes, Alberto volvió a tierras aragonesas, en esta ocasión a Huesca para echar una mano en una huerta de producción de hortícolas en ecológico a escasos 3 km de la ciudad que estaba llevando Diego, A Chordiga. Lo que empezó como una experiencia de prueba fue tomando forma. Al año, Alberto tenía claro que le gustaba la huerta y que podría vivir de producir hortalizas sanas, sabrosas y, sobre todo, respetando y aprendiendo de la Tierra. Así fue y así sigue siendo y ya han pasado casi 8 años.
Ramón Aljibe nació en Valdepeñas, Ciudad Real, estudió Agrónomos y estuvo trabajando como técnico. Al conocer a Alba decidieron trasladarse a Bierge. Allí continuó asesorando y participando en distintos proyectos agroecológicos, muchos vinculados a la Asociación Un Paso Atrás del Sobrarbe . Mientras, empezó a producir hortalizas en las huertas de Bierge con la idea de vender su producto. “¿Si estaba asesorando, por qué no empezar a producir yo mismo? Era algo que me atraía. Poner en práctica mis conocimientos y experiencias, utilizar variedades locales. Un reto y una motivación” nos explicaba Ramón. Muy vinculado a la Red de Semillas de Aragón, conocía a Alberto de los encuentros y las ferias que se organizan para intercambiar semillas, compartir conocimientos y celebrar. En estos encuentros no solía faltar casi nunca Nico, y los 3 comparten el interés y la curiosidad por las variedades y semillas tradicionales y locales.
Nico Abadías es de Sariñena, en los Monegros. Estudió física y empezó el doctorado, pero se dio cuenta que prefería apostar por la agricultura como medio de vida antes que por la investigación. Tenía buenos ejemplos a su alrededor que le motivaron. Félix Ballarín, también de Sariñena, se dedicaba principalmente a la agricultura convencional, pero decidió dar el paso a la producción ecológica “porque era a lo que quería hacer realmente”. Empezó, junto a otros agricultores, con la distribución de cestas a domicilio de hortalizas ecológicas de temporada y de producción propia, Cestas del campo a casa, uno de los proyectos pioneros en el reparto de cestas en Aragón. Y empezaron a vender también en la Muestra Agroecológica de Zaragoza desde sus inicios hace ya 10 años. Nico se incorporó al campo, empezó a producir hortalizas y se unió al proyecto de Félix. Como ellos mismos dicen “nuestra manera de cultivar y producir los alimentos que obtenemos la realizamos de la única forma que entendemos este proceso, sin pesticidas ni fertilizantes químicos, buscando el equilibrio de la tierra y nutriéndola con materia orgánica”.
Como amigos y agricultores Félix, Nico, Alberto y Ramón intercambiaban consejos, resolvían dudas de la huerta, hacían compras conjuntas de algún insumo y en ocasiones intercambiaban productos para completar las cestas. Y lo que era una relación informal de apoyo y ayuda, hace 5 años pasó a tomar forma de cooperativa: La Sazón “la cooperativa nació casi sola, de manera natural. Era lo que nos hacía falta para mejorar en nuestra manera de producir, tener mejores condiciones de trabajo y no quemarnos y abandonar”, nos contaba Alberto. De hecho, Ramón no se hubiera lanzado a producir sin el apoyo de sus compañeros y la base de una comercialización conjunta. La comercialización siempre es el punto más complicado en los proyectos de producción, por lo difícil que es hacerse un hueco en el mercado, y porque “a los hortelanos lo que nos gusta es estar en la huerta, y no ir a vender” reconoce Ramón. El hecho de dar el paso y asociarse en la cooperativa ha sido todo un acierto, sin duda. Cuando cada uno producía de manera independiente, tenían una enorme variedad de hortalizas en el campo para poder completar las cestas y los mercados. Al asociarse cada uno ha podido centrarse en menos cultivos en sus huertas, y por tanto sacar una producción de mayor calidad y con menor esfuerzo. Aparte, al tener las huertas repartidas por diferentes comarcas de la provincia de Huesca, se benefician de la diversidad de condiciones climáticas y ambientales, pueden repartirse los cultivos que mejor se adaptan a cada terreno y coordinar las tandas de cultivos a lo largo de la temporada. Por un lado, han mejorado la calidad del producto y por otro se aseguran que siempre tendrán productos para llevar a los mercados y completar las cestas.
La cooperativa compra a cada uno sus productos y luego los vende a los clientes con una sola marca, la Sazón, que vende exclusivamente productos de sus socios, cargando un pequeño margen para cubrir gastos comunes. Una parte esencial del funcionamiento de la cooperativa es la planificación conjunta de los cultivos para todo el año. Hacia noviembre se juntan todos para dedicarle un buen rato a organizar qué, cuánto y cuándo va a cultivar cada uno ese año. Partiendo de las cantidades de producción y ventas del año anterior, estiman las necesidades y se reparten, en cantidad y en la época del año, los diferentes cultivos entre las distintas fincas. El criterio es equilibrar los cultivos para que ninguno se cargue él sólo con aquellos cultivos más costosos y menos rentables de manera que todos puedan tener un sueldo digno y el trabajo se reparta de manera equilibrada entre todos. Lo tienen claro, la confianza es algo fundamental para que la cooperativa pueda funcionar. El trabajo en grupo, en colectivo, siempre es un reto, ya nos lo dijo Mabel en Lakabe. Pero, si se apuesta por ello, es muy beneficioso para los propios integrantes y permite concebir y crear nuevos modelos posibles fuera de las dinámicas individualistas del capitalismo. La confianza, aprender a comprenderse y respetarse, saber que cada uno de ellos tiene sus particularidades, sus virtudes, su manera de hacer las cosas, son piezas clave. El hecho de ser amigos, que comparten intereses y experiencias previas ha hecho que dar forma e ir construyendo La Sazón haya sido más fácil. Repartir los trabajos conjuntos adaptándose a los gustos, disponibilidad y habilidades de cada uno ha sido sencillo, porque todos ponen el foco en construir y que los compañeros estén bien.
A lo largo de este tiempo se han ido incorporando personas a la cooperativa y ahora ya son 7: Nico y Félix en Sariñena, Ramón en Bierge, Roberto en Velillas, Diego en Abena y Alberto y Antares en Huesca. Diego, tras estar unos años trabajando con Alberto en A Chordiga se marchó para llevar las tierras de la familia cerca de Jaca. Sigue vinculado con La Sazón y produce patatas de gran calidad. En la finca de Huesca también está Antares produciendo hierbas aromáticas y medicinales que también vende con La Sazón. Antares además tiene el proyecto de La huerta de Aceibar “un proyecto en el que recolecto y proceso plantas, elaborando con ellas toda clase de productos cosméticos y medicinales: perfumes, champús, cremas, licores o planta seca” nos contó Antares. Desde 2015 produce planta aromática y medicinal en la finca, donde ha instalado un deshidratador para secar las plantas y flores, procesarlas y envasarlas. Antares de adolescente descubrió que era alérgica a la mayoría de medicamentos así que empezó a investigar, descubrir y utilizar el poder curativo de las plantas. Estudió agrícolas, pero de siempre había querido dedicarse a la producción de plantas medicinales, y a la divulgación de sus usos y propiedades. Cuando empezó a cultivar sus plantas descubrió que la mayor parte de las plantas aromáticas y medicinales que se venden en España proceden de Asia y África donde la mano de obra es muy barata. Los distribuidores pagan un precio muy bajo por la planta, así que la única manera de hacer la producción viable es además de cultivar, recolectar, procesar y elaborar su propia planta venderla directamente a los consumidores. Mucha de la planta que se produce en España se vende a Europa buscando mejores precios. Antares desea que la planta que produce ella se venda aquí mismo, en Aragón si puede ser. Con mucho esfuerzo se va abriendo mercado, pero nos contó que “competir con las condiciones y precios de los grandes es imposible para mí, que soy pequeña”. También organiza cursos y talleres sobre plantas medicinales, cosmética natural y excursiones para conocer e identificar las plantas medicinales que se encuentran en nuestro entorno. Sus plantas están cultivadas y procesadas con mucho cariño y esmero. Es un producto de gran calidad, pero le es muy difícil entrar en un mercado que le permita sustentar económicamente el proyecto. Por ello ha de ir completado con otros trabajos.
El último que se ha incorporado a la Sazón es Roberto. Llegó a la agricultura un poco por casualidad y sobre todo por su gran pasión: los caballos. Roberto hace doma natural, y empezó a ofrecer servicios de tracción animal para trabajar algunos campos cercanos en Velillas, donde vive. Le gustó y pensó lanzarse a producir él mismo con ayuda de su caballo Obélix. Al poco conoció a Alberto que le propuso entrar en La Sazón. Alberto tenía un burro, Moñaco, al que estuvo domando para hacer parte de los trabajos en el campo. Participó en algunos cursos de tracción animal, con Alfred Ferrís, para ir aprendiendo técnicas y el uso de distintos aperos. Poco a poco fue alternando, los trabajos más duros los hacía con el tractor y los trabajos más delicados y ligeros eran para Moñaco. Surgió la oportunidad de comprar un ejemplar de raza Comtoise en las Landas. Roberto lo animó y se fueron los dos a recoger a Eliot a Francia. Eliot es un precioso caballo castrado color canela con la crin clara de cerca de 850 kg, que trabaja metódicamente bajo las instrucciones de Alberto. Pero no siempre fue así. Alberto nos contó que Eliot llegó a la finca sin estar domado y que le costó más de un año poder trabajar con él. “Los primeros días no podía ni tocarlo, galopaba como un loco de un lado al otro. Pensaba que nunca llegaría a domarlo pero ahora ya no me imagino el trabajo sin él”. Gracias al buen hacer, los consejos y el apoyo incondicional de Roberto, Alberto llegó a domar y enseñar el trabajo en la huerta a Eliot. Por circunstancias, al poco se quedó sin tractor y la maquinaria que tenía en la finca y desde marzo de 2018 solamente trabaja con tracción animal, con Eliot. Alberto nos comentó que desde que no entra maquinaria a la finca y sólo hace los trabajos con tracción animal ha visto que la estructura del suelo ha mejorado mucho.
En La Sazón no se limitan a ser meros productores que venden lo que cultivan. En su filosofía de vida les mueve defender los circuitos cortos de mercado, el contacto directo con sus clientes, el respeto al medio ambiente, una participación activa en la lucha contra los transgénicos y la defensa de la libertad de elección. Participan activamente en 2 mercado semanales agroecológicos de productores: en Huesca los jueves y en Zaragoza los sábados, en los que venden más del 60% de su producción. El resto de productos los distribuyen tanto a pequeñas tiendas como a través de cestas cerradas de hortalizas de temporada que reparten en puntos verdes y a grupos de consumo. El contacto con el cliente es esencial y los mercados de venta directa son el mejor momento para poder hablar, compartir y conocerse. En La Sazón desde sus inicios han apostado por utilizar variedades locales o tradicionales y, aunque no todo lo que cultivan son variedades locales, cada vez van incorporando más a sus huertas ya que les dan buen resultado. Los armarios donde guardan sus semillas, que seleccionan, extraen y conservan con atención y esmero cada temporada, son una parte importante de cada una de las fincas. Para que estas variedades no se pierdan es imprescindible consumirlas, y por ello, es necesario explicar y sensibilizar a los consumidores sobre la importancia y características de las variedades locales. Los mercados de productores son una gran oportunidad para poder hacerlo. Tomate rosa de casa Frechín de Bierge, bisalto de Loarre, espinaca de Bueña, judía rastrojera, acelga de Oliván, nabo de Mainar, brócoli morado… más de 25 variedades tradicionales que llenan de colores, sabores y diversidad su puesto.. La existencia de mercados donde quienes producen pueden mostrar y vender directamente sus productos es esencial para establecer vínculos de confianza con los consumidores. Y que sean semanales permite que se cuelen en la rutina de las familias y puedan llenar su cesta de la comprar con esos alimentos sanos que apoyan a los agricultores locales.
Alberto nos comentaba que una de las principales dificultades que encuentra quien intenta iniciarse en agricultura es el acceso a la tierra, “yo mismo no tenía tierra, mi familia no tiene tierra y hay que tener muchísima suerte para encontrar un pedacito para poder cultivar. Es casi imposible que alguien te venda las tierras y hacer un proyecto de agroecología en la que tu visión está puesta a 15 o 20 años teniendo contrato de alquiler de 5 años te genera una enorme incertidumbre”. Las razones por las que es tan difícil acceder a tierra son muchas: imposibilidad ni tan siquiera de arrendar las tierras porque están en manos de pocos que las utilizan para cobrar las ayudas de la PAC más que para producir alimentos; presiones y aumento del precio del alquiler cuando los proyectos empiezan a funcionar; y precios de arriendo de tierras muy por encima de su valor real. Y uno de los motivos principales de esta situación es la PAC, ayudas al sector primario a través de subvenciones a los productores vinculadas a la cantidad de derechos de producción. Por tanto, es muy difícil que las tierras se liberen porque sus propietarios dejarían de cobrar esa subvención.
Y es que la Política Agraria Comunitaria (PAC) con un presupuesto anual de más de 60.000 millones de €, cubre casi el 40% de los fondos de la UE y condiciona el sistema agroalimentario. Cada ciudadano europeo invertimos en estas ayudas 114 € anualmente. La PAC se estructura en dos pilares. El primero cubre principalmente pagos que se asocian al tamaño de las explotaciones. El 70% de este presupuesto de la UE se emplea en este pilar, en pagos por hectárea sin requisitos estrictos. Así los agricultores que cultivan mucha tierra obtienen mucho dinero. El segundo pilar cubre aspectos de desarrollo rural, producción ecológica y medidas para proteger el medio ambiente y el clima. Este segundo pilar tiene mucho menos presupuesto, pese a que sus implicaciones son mucho mayores ya que el medio y el desarrollo rural va mucho más allá de la producción. Las ayudas vinculadas a la superficie benefician más a las grandes explotaciones más productivas. Mientras los objetivos de mitigación y adaptación al cambio climático, la conservación del medio ambiente y el desarrollo rural, asociadas a prácticas agrarias tradicionales o de pequeñas explotaciones ecológicas quedan en segundo plano. La mayor parte de sus fondos favorecen producciones intensivas y prácticas que perjudican el desarrollo sostenible de los territorios rurales, la salud y el medio ambiente. Y es que la PAC no se adapta a la diversidad de la agricultura europea y se ha definido con debates alejados de los territorios. Una misma norma ha obligado a las pequeñas explotaciones agrarias del sur de Europa a medirse con las grandes explotaciones mecanizadas del norte. Desde la entrada de España en la UE, el impacto de las políticas agrarias comunitarias en el sector primario ha sido enorme. Por un lado, ha impulsado la intensificación en las zonas más productivas, centrando la producción en determinados cultivos o actividades y haciendo desaparecer al resto. Por otro, ha favorecido el abandono de las prácticas agrarias tradicionales de gran valor socio-ambiental, provocando pérdida del patrimonio cultural y de la riqueza natural del medio rural y sus habitantes.
En 2021 va a entrar en vigor una nueva PAC y ahora se están llevando a cabo las negociaciones para definir su contenido. Es necesaria una nueva política que dignifique el trabajo del campesinado, ponga el foco y el apoyo presupuestario en la transición hacia sistemas alimentarios sostenibles, recupere el protagonismo de productores y consumidores en la cadena alimentaria y promueva la producción y consumo de alimentos saludables, en ecosistemas sanos. Para ello 37 organizaciones vinculadas a la producción ecológica, ganaderos y ganaderas en extensivo, ONG ambientales, de cooperación al desarrollo y expertos en nutrición y consumo, entre otras, han presentado la coalición Por Otra PAC. Esta alianza ha estado trabajando para recoger 20 prioridades para una reforma ambiciosa de la PAC que “permitirá reorientar el sistema agroalimentario de la UE hacia una toma de conciencia completa sobre los desafíos a los que se enfrenta la renta agraria, la alimentación, la salud, la dinamización de las zonas rurales, el medio ambiente, el bienestar animal, así como sobre los principios de solidaridad, equidad y democracia”. La primera de las prioridades que señalan es la necesidad de que se diseñe y aplique esta ayuda contando con las personas que producen alimentos y también con el resto de agentes implicados en las zonas rurales, algo que ya han señalado en innumerables ocasiones las personas que hemos ido visitando.
Es evidente que la situación ambiental y social en la que nos encontramos debería colocar como prioridad absoluta la protección de nuestros recursos, la producción de alimentos sanos y sostenibles y la protección de las personas frente al efecto de la agroindustria en primer lugar. Afortunadamente, a través de nuestra ruta, hemos ido conociendo y mostrando ejemplos de personas valientes y comprometidas que trabajan día a día por mantener vivas esas alternativas. Sin dudarlo, La Sazón es una de ellas, que ha encontrado en la colaboración, la confianza y el apoyo mutuo las claves para seguir hacia adelante. Jóvenes que han apostado por vincularse a la tierra y sentirse orgullosos de ser labradores y producir alimentos, trabajar la tierra con sus propias manos, conservar los saberes y las semillas que nos alimentan. Muchas son las personas que los conocen y van semanalmente a los puestos del mercado a comprar sus ricas hortalizas. Deseamos ver muchos más mercados de productores en ciudades y pueblos, muchas más personas produciendo y más cooperativas como La Sazón para ir reconstruyendo y reforzando sistemas alimentarios que, en lugar de estar controlados por grandes empresas, estén vinculados al territorio, a los campesinos y a las personas.