Lumbier o Irunberri es un pueblo muy antiguo. Hace 2.000 años, llegaron los romanos y encontraron a los vascones iluberritani habitando estas tierras. En el S. I, el escritor latino Plinio se refirió a este pueblo como una localidad vitícola. En aquel entonces, llegó a haber hasta 20 hornos de cerámica. La alfarería era una actividad muy importante relacionada con la elaboración del vino en tinajas. Javier, de Bodegas Azpea, enamorado de su pueblo, nos explicaba todo esto. También nos habló del ingenioso tren Irati, el primer tren eléctrico de toda la provincia que unía Pamplona con Sangüesa, su función era trasladar madera. En Lumbier confluyen dos ríos, el Salazar y el Irati. Está en un alto y sus calles recuerdan a los pueblos del Pirineo: casas de piedra con callejones estrechos.
Bodegas Azpea es una bodega de carácter familiar fundada en el año 2000 aunque fue ya en los años 80 cuando Javier cogió el relevo de las viñas de la familia. Siguiendo los consejos de los técnicos empezó la intensificación y la utilización de productos fitosanitarios, pero algo no funcionaba. Javier nos decía que, tras los tratamientos más agresivos, volvía a casa y se sentía mal. Y ya le decía su padre y su abuelo “¿para qué echáis todo eso?”. Y los técnicos insistían “si no seguís los consejos, no cogeréis nada”. Con la revolución verde estuvieron unos 3 años, vieron que eso no era lo suyo, que no querían tratar a la tierra así y decidieron pasarse a ecológico antes incluso de que empezasen las certificaciones. “La dedicación al campo viene de familia, y el amor al vino de nuestra cultura.”
En Lumbier todo el mundo hacía vino en casa, tanto para autoconsumo como para vender. Fue en 1934 cuando se formó la primera cooperativa vitícola y la gente abandonó las bodegas y con ello las tinajas de sus casas. Para Javier es muy importante su trabajo en el campo y seguir la tradición de su pueblo. Como agricultor que es, vive de la salud de la naturaleza y se debe a ella. “Todos los vinos que hacemos son de agricultura ecológica y en un futuro cercano de agricultura biodinámica, consiguiendo de esta forma la garantía de ofrecer a todos nuestros clientes un vino de calidad y con un verdadero carácter propio, siguiendo así nuestra idea de lo que es hacer un verdadero vino navarro y con ello intentar hacer honor al sabor de nuestra tierra.” Javier nos explicó las diferencias entre un vino industrial y uno artesano “Mira, yo no quiero hacer coca cola. Yo hago vino. Vino que cada año es distinto en función de cómo haya sido la campaña y la cosecha. No quiero echar esto y lo otro para obtener un sabor determinado. Quiero que la naturaleza nos dé lo mejor a través de la uva.”
Para hacer estos deliciosos vinos cuentan con 17,5 hectáreas propias de viñedo de agricultura ecológica, con cepas de cabernet sauvignon, merlot, tempranillo, garnacha, viura y moscatel de grano menudo. Pero, como nos decía Javier, lo que mejor funciona es la garnacha antigua, y de estas cepas quedan muy pocas. “Con la revolución verde se empezaron a implantar variedades que no eran de aquí, y la verdad es que aquí lo que realmente sale bueno son las garnachas, y sobre todo, las garnachas de antes.” Javier ha conseguido 2 hectáreas de viñas centenarias (5 viñas en total) de abuelos de Lumbier. Está muy contento y las cuida con esmero. En este pueblo, con la llegada de la revolución vitícola, se arrancaron 250 hectáreas de viñas viejas de garnacha para plantar 300 con nuevas variedades. Con el tiempo, el precio de la uva fue bajando y muchos agricultores decidieron cambiar de producción. Con lo que se arrancaron 260 hectáreas de esas viñas que ahora son campos de cereal. Cuesta entender que estas tierras fértiles, regadas por el río Irati y el río Salazar, destinadas a producción vitícola, hortícola y de frutales ahora sean monocultivos de cereal.
A pesar de todo esto, Javier y su familia siguieron con la tradición vitícola apostando por la calidad. Y para poder seguir en este camino era necesario diversificar. La madre de Javier siempre fue una excelente cocinera que regentó durante muchos años un reconocido restaurante en el centro de Lumbier. Tras su jubilación, Javier y Maite decidieron seguir y abrieron un restaurante – bodega en la ribera del río en el que ofrecen un menú degustación para poder probar todos los vinos. Tuvimos la suerte de reservar a tiempo para saborear esta cocina y estos vinos que hicieron las delicias de nuestro paladar: alimentos de calidad y frescos, cocinados a la brasa, regados de rosado, blanco, tinto joven, tinto selección y vino dulce.
En la bodega se puede adquirir directamente el vino. Javier nos contaba que, para ellos siendo una bodega pequeña y artesana, es muy importante que la comercialización sea lo más directa posible. Hace poco, se ha creado Biba Ardoak, una cooperativa en la que participan 13 bodegas ecológicas y biodinámicas, “bodegas pequeñas de Euskal Herria de talla humana, enraizadas y comprometidas con nuestros pueblos y comarcas”, como ellas mismas se definen. La idea de agruparse es una forma de asegurar su independencia y condiciones dignas de trabajo y vida además de crear riqueza y desarrollo en el territorio.
Javier nos decía que Lumbier de siempre ha sido un pueblo de oficios: guarnicioneros que fabricaban aperos para caballos, herreros, ceramistas, reconocidos constructores de carros e incluso había un tostadero de café. Cuentan que las actas de los plenos del Ayuntamiento recogían numerosas iniciativas de emprendedores que se presentaban y que el consistorio apoyaba. Y es que Lumbier, siempre ha sido un hervidero de nuevas y de emprendedores como nuestra siguiente visita, Txus Cia fundador de Josenea.
Txus, mecánico, era jefe de producción en una fábrica de automoción y trabajaba personas con diversidad funcional. Por desavenencias con la empresa derivadas del trato que daban a sus compañeros, acabó dejando el trabajo. Se encontraba en un momento crítico, superada la cuarentena, necesitaba reinventarse. Se sentó y pensó en crear una iniciativa de proyecto social. En ese momento, CEIN abrió una formación para impulsar como 2ª actividad familiar proyectos económicos con plantas aromáticas y medicinales. A Txus, por tradición familiar, siempre le había interesado este tema.
Así, Txus Cía funda Josenea en 2002, una asociación laboral sin ánimo de lucro dedicada a favorecer la inserción laboral de personas que se encuentran en situación de exclusión. Txus reflexionaba que las dificultades a las que se enfrentan las personas que se han quedado al margen del mercado laboral son la falta de autoestima y una situación económica precaria. Por tanto, abordar estos dos aspectos es fundamental si se pretende impulsar un proyecto de inserción laboral: “es importante encontrar en cada uno lo mejor de sí mismo. Ir buscando en la vida aquello que te hace feliz, aquello con lo que te encuentras mejor. Encontrar tu vocación para estar a gusto.” Cuando una persona comienza a trabajar en Josenea se le piden dos compromisos personales: querer verdaderamente salir de la situación en la que se encuentra y no faltar al trabajo. Además, se hace un seguimiento y apoyo globalmente a su vida. Las personas están entre 6 meses y 3 años para que posteriormente puedan obtener un empleo o emprender un proyecto. Su misión principal es servir de puente o trampolín.
Las actividades económicas de Josenea se dividen en tres sectores: cultivo ecológico y transformación de plantas aromáticas, medicinales y condimentarias; trabajos ambientales que incluyen una planta de compostaje; y visitas turísticas a la finca que ya ha recibido más de 25.000 visitantes en los años que lleva en funcionamiento. Josenea se inició en una finca de 3 hectáreas que pertenece al Gobierno de Navarra con 7 trabajadores. Actualmente, manejan una finca de 14 hectáreas, tienen una planta de transformación y envasado de plantas medicinales y, en total, hay 50 personas trabajando. Más de la mitad de la plantilla forma parte del programa de inserción laboral.
Desde un principio en Josenea querían demostrar tres puntos: que los pueblos tienen mucho potencial y que trabajar y obtener rendimiento económico del campo es posible; que trabajar con personas en proceso de inserción laboral es viable para sacar adelante un producto de calidad y una empresa competitiva en el mercado; y que una empresa de estas características puede autoabastecerse a nivel energético. En la finca de Josenea en Lumbier todo lo han imaginado, construido e instalado entre las personas que trabajan: los edificios, los invernaderos, la planta de secado, las placas fotovoltaicas, el aerogenerador, etc. “El producto final ha de ser muy bueno, excelente. Por eso, nos pusimos como meta ofrecer el mejor producto para que nadie cuestione el valor de las empresas de inserción y para que las personas que trabajan con nosotros se sientan orgullosas de su trabajo” nos dijo Txus. La rentabilidad de las empresas ha de valorarse con parámetros económicos, ambientales y sociales, como ya nos comentó Xabi de Haristizabal Baserria. El poder de Josenea se basa en las personas que lo forman. Un gran poder reconocido en diversas ocasiones como por ejemplo con el Premio Carlos III de Navarra.
Nuestro paso por Lumbier fue una bocanada de aire fresco y celebración. Coincidimos con las Fiestas Patronales de San Ramón: la Comparsa de Gigantes y Cabezudos acompañada de los gaiteros y la Banda de Música de Lumbier, vacas por la calle Mayor, partidos de pelota, degustación de calderetes, muestra de vinos y quesos navarros, toro de fuego, verbena… Nos llevamos una grata sorpresa cuando, un poco asustadas después del toro de fuego, al terminar, todo el pueblo salió a la plaza y al son de las dulzainas bailaron en círculo danzas tradicionales. Gentes de todas las edades, mejores y peores bailarinas, reían y danzaban compartiendo la tradición. No pudieron resistir unirnos y nuestros pies no dejaron de bailar en toda la noche. ¡Volveremos Lumbier!