23 de julio de 2019, Antrialgo
Ecokiwi: Cultivando ilusión
Salimos de Cabranes en una mañana con niebla, bastante humedad y la inestimable compañía de Julio, vecino de Santolaya y horticultor familiar de referencia. Salimos en dirección a Antrialgo “es una ruta preciosa, en lo alto del puerto tendréis unas vistas preciosas” nos comentaron. Salimos decididas a pedalear y empezamos a subir el Alto del Peralín. Nos costó lo nuestro. Seguramente si hubiésemos sabido lo duro que era pedalearlo, hubiéramos buscado una ruta alternativa. Pero el esfuerzo valió la pena porque las vistas y la bajada fueron un regalo. Esto nos hace pensar en cuántas veces si no conocemos las dificultades nos lanzamos y acabamos haciendo cosas maravillosas. Como Inma y Javier, de Ecokiwi de Asturias .
Inma, sevillana de nacimiento y valenciana de crecimiento, llegó a Asturias hace casi 20 años enamorada de esta tierra. Después de terminar la Licenciatura en Filosofía, se presentó a las oposiciones para ser profesora pero tenía claro que quería “vivir en y del campo”. Conoció a Javier, oriundo de Villamayor, que tenía el mismo objetivo que Inma. A Inma le gustaba la ganadería pero Javier buscaba algo que no les tuviese tan atados. Cándido, el padre de Javier, había introducido junto con otros técnicos del SERIDA la producción de kiwi en Asturias. El kiwi es una planta muy bien adaptada a las condiciones edafoclimáticas asturianas. Actualmente, el kiwi es el tercer cultivo en extensión en Asturias después de la manzana y los arándanos.
Inma y Javi ya sabían lo que querían, eso sí, en ecológico. Estuvieron buscando una finca para la plantación. Mientras tanto su sueño iba tomando forma. En el 2004 comenzaron a obtener planta a partir de semillas de kiwis. Tenían el sueño de ver crecer sus plantas desde el principio. Con el tiempo, encontraron lo que querían: una pequeña finca de 1,5 hectáreas en Antrialgo. En el 2009 su producción de kiwi ya estaba certificada en ecológico. Ecokiwi de Asturias es una apuesta por un sistema de producción sostenible que sea compatible con el entorno, “aprovechando los recursos disponibles y minimizando los residuos.” Inma y Javier, de esta forma, han apostado por una vida que conlleva la “revitalización socio-económica del valle Piloña y una vida de disfrute armónico en y con la naturaleza.” Kiwis cultivados con mucho cariño y esmero que su comercialización se hace principalmente a través de canales cortos de distribución.
El kiwi es una planta dioica que tiene pies con flores masculinas y pies con flores femeninas. Para asegurar la polinización es importante contar al menos con 2 pies masculinos para cada 7 femeninos. Para que los kiwis puedan fructificar es necesario que el polen de los pies masculinos llegue a las flores femeninas y por ello, la labor de los polinizadores es fundamental. Las flores del kiwi no son muy atractivas para los polinizadores ya que tienen poco néctar. Por eso, Inma y Javier decidieron poner el seto perimetral con plantas de kiwi y tener en el momento de la floración la hierba bien segada. Es importante que estos pequeños insectos no se despisten con otras flores. Para la salud y el buen funcionamiento de la finca es vital también el equilibrio y la biodiversidad. Han visto como desde que plantaron los kiwis han aumentado las aves que les alegran con sus cantos. Este año, en la plantación, hay topillos. Pero en realidad, a Javier y a Inma no es algo que les preocupe en exceso. Confían en que la naturaleza llegará a un equilibrio. Su perro Odín es un experto cazador y el trabajo lo completan las diversas aves rapaces que acechan en busca de su presa.
Sin embargo, encuentran otras dificultades por el camino. En los últimos años el clima está cambiando. Después de todo lo que les ha costado aprender a ser kiwicultores, ahora les toca aprender a adaptarse al cambio climático. Estiman que este año, las heladas primaverales van a dejar la producción a un 10% respecto al año pasado. Además, Inma nos habló de las “piedras que va quitando del camino”. Las trabas administrativas y burocráticas han sido una constante en los casi 20 años que lleva haciendo su sueño realidad. Trámites que en un principio deberían ser sencillos se convierten en una maraña burocrática que no deja avanzar el proyecto. Pérdida de tiempo, dinero y energía que hacen que “después de 20 años no hayamos conseguido nuestro sueño de vivir en el campo”, nos cuenta Inma.
Disponer de kiwis ecológicos y locales es una fortuna de incalculable valor para las gentes asturianas. El padre de Javier, trabajó como capataz agrícola en fincas de manzano convencionales. Las condiciones de producción intensiva de fruta en convencional se basan en el uso de gran cantidad de fitosanitarios. Las manzanas, los melocotones y las cerezas grandes y perfectas que nos encontramos en los supermercados son así por la increíble cantidad de plaguicidas que contaminan el suelo, dejan restos en la piel de la fruta y afectan enormemente a las personas que trabajan en el campo. Bien lo sufrió Antonio Ruiz y también el padre de Javier que tuvo que superar dos cánceres asociados al uso de agroquímicos en su trabajo diario.
Inma lo tiene claro, “los comedores escolares deberían ser todos ecológicos”. El comedor escolar no solamente es un lugar donde se alimentan las niñas y los niños sino que debería ser un lugar de educación y de aprendizaje de los sabores y olores de los verdaderos alimentos. Los comedores escolares tienen el potencial de transmitir de una manera práctica los saberes asociados a nuestra alimentación: los alimentos de temporada, la importancia de una alimentación ecológica, conocer quién y dónde se produce lo que tenemos en el plato… Y no solo eso, también es una manera directa de llegar y sensibilizar a las familias. Debería ser una prioridad para los departamentos de educación y sanidad velar por una alimentación sana en todas las escuelas especialmente cuando los índices de obesidad y enfermedades asociadas a la dieta aumentan año tras año.
La importancia de la educación en la familia es algo que vimos también con Inma, Javier y sus hijos Iria y Gabriel, dos adolescentes músicos y artistas que siempre están pendientes de ayudar a la familia. Han crecido entre kiwis y la finca se mantiene gracias a la colaboración de todas. Iria y Gabriel son dos personas respetuosas, generosas y con una sensibilidad muy desarrollada. Compartimos con esta preciosa familia un día maravilloso en la finca, incluido un baño en el río y un paseo en bicicleta digno de recordar. Para Inma la educación es uno de los pilares fundamentales donde se puede intervenir, por ello, está pensando en retomar su vocación de profesora de filosofía. Estamos seguras de que será una magnífica docente: empática, sensible, respetuosa… Hablará y escuchará al alumnado con el mismo esmero y dedicación que cultiva sus kiwis. No tuvimos la suerte de probar sus kiwis porque no es la temporada. Y como no quieren guardarlos en cámaras “porque cada fruta ha de consumirse cuando toca”, estaremos encantadas de volver para probarlos.
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